Catorce

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Levi

Estaba sentado en el borde de la cama en medio de la oscuridad con la única luz de la lámpara encendida iluminando la habitación, sus heridas estaban bien al menos no llegó a mayores, dolían un poco pero era soportable. Tenía mordidas en sus brazos, el rostro algo hinchado y rojizo además de que sus nudillos también le dolían al abrir y cerrar su mano.

Seguía sentado esperando a su mejor amigo desde hacía horas, al que había golpeado y lastimado física te emocionalmente, se sentía totalmente arrepentido por ello; había enloquecido completamente cuando vio a Ethan caer al suelo con la nariz sangrando y la mejilla inflamada que se había puesto ligeramente rosada, perdió el control dejándose llevar por sus instintos y se sintió muy mal después.
Era un completo idiota, el más grande de los estúpidos.

Un pésimo y mal amigo.

Escuchó la puerta de la habitación abrirse encontrando a su amigo con el cabello suelto, con el rostro completamente herido; pómulo hinchado; labio partido; ceja partida además de rasguños y un rostro rojizo. Sus ojos bicolores se encontraron con los suyos pero él evitó su mirada enseguida para pasar de largo al baño.

Levi se levantó de la cama con el propósito de disculparse, sin embargo, Yannick levantó su mano a la altura de su pecho manteniéndolo alejado.

- Quiero estar solo, no quiero escuchar nada ahora. Así que lárgate de aquí.

- Amigo...

- Largo, Levi -levantó el tono de voz mirándolo molesto-. No quiero verte, no quiero escucharte así que largo.

Se mordió el labio inferior sin decir nada, estaba molesto y lo entendía. Probablemente se lo merecía por ser un tonto, deseaba poder disculparse con él, años de amistad casi desde que nacieron para ser arruinados por un error suyo pero tenía que recordar que no venía de él contarle dicho secreto, venía de Ethan decirlo sólo que ahora, Yannick no quería escuchar aquello.

Tomó su chaqueta para salir de una vez de aquella casa, tomó aire inhalando profundo el aroma a pinos, tierra húmeda y hierba algo crecida; no sabía a dónde ir pues no conocía a nadie en aquel pueblo más que a Ethan quien era la única persona de ese pueblo con el que había formado una relación.
Sería mejor si esa relación hubiese sido romántica.

Comenzó a caminar hacia su casa, la noche era helada aunque él casi no lo sentía, cada que exhalaba su aliento salía como vapor las calles eran muy silenciosas con la luna iluminando su camino. No había nadie despierto, los locales estaban cerrados, las casas tenían las luces apagadas y solamente se oía el ladrido de alguno que otro perro o maullido de otro gato callejero.
Era tan silencioso como las bellas noches en su manada cuando se escapaba con Yannick en medio de la noche para observar de la luna plateada, subir hasta el árbol más alto y mirar de su bello pueblo.
Pensando en cómo sería en el futuro, que harían ellos y como serían de mayores cuando tomaran el poder.

Suspiró nostálgico ante aquellos fugaces recuerdos, le daba un poco de tristeza como habían terminado las cosas hasta ahora; le daría a Yannick el espacio que necesitara para pensar, normalmente no peleaban mucho a menos que fuera por cosas tontas como comida, ropa, por sus travesuras... Cosas de niños. 

Levantó su vista hacia la casa de su chico que como todo Fayetteville estaba totalmente apagada, se asomó hacia la ventana de Ethan con la intención de revisar en si de pura casualidad él se encontraba despierto; por desgracia, no fue así era lógico que estuviera dormido ya que eran cerca de las dos de la mañana. Suspiró de nuevo dejando caer su cuerpo hacia el gran árbol.

Volvió a levantar la vista hacia la ventana, se agachó para tomar una pequeña piedra y lanzarla al vidrio con delicadeza de no romperla. Lanzó una, lanzó dos, lanzó tres... Hasta que escuchó un par de clics y se asomó un chico con el cabello rubio revuelto algo adormilado, tenía fruncido el entrecejo como si no pudiera creer lo que estaba viendo o como si intentara reconocer su rostro.

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