Cuarenta y Dos

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Levi

Los olores eran nuevos, a algunos ya los reconocía y a otros no, podía observar como los más jóvenes lo miraban temerosos; tímidos y ansiosos por su próxima orden. Los mayores ni siquiera lo miraban, sus ojos están fijos hacia la nada completamente rectos mientras caminaba entre ellos con esa expresión dura que había heredado de su padre. Demostrando esa superioridad, mostrándose imponente y poderoso ante sus guerreros.
Se hallaban dentro de un enorme salón que usaban para entrenamiento, todo estaba pintado con colores blancos y algunas imágenes negras con forma de lobos y frases intencionalmente "motivadoras", como si con ello forjaran guerreros excepcionales a pesar de que eso se esperaba. Y entonces, encontró a uno, un joven inseguro; pequeño; temeroso fingiendo verse igual de fuerte que sus compañeros superiores, podía ver cómo sus gotas de sudor se deslizaban desde la raíz de su cabello alcanzando a oír su acelerado corazón. Incluso aunque no se notara podía oír y ver su alterada respiración.

- ¡Círculo! ¡Todos fuera!

Obedientemente los guerreros se movieron, poniéndose alrededor de ellos dos, una vez que escogía una víctima todo el mundo sabía lo que iba a pasar. El joven miró a sus compañeros preocupado por lo que iba a suceder, cuando lo veía lo hacía pensar en él, en como unos años antes su padre le había aplicado la misma estrategia. Dejó salir un suspiro, mordiéndose la mejilla para que no notaran que estaba dudado de lo que iba a hacer.
Sabía que ese joven era nuevo, por lo que no conocía las malas bienvenidas que solían dar para el comienzo de su entrenamiento. Cómo si quisieran dar una lección sobre quién mandaba sobre ellos, al menos así lo sintió en su primera vez.

- Tu nombre.

- William, señor -murmuró de una manera casi inaudible.

- Más alto. Nadie te escuchó.

- ¡William Wilson, señor!

Asintió caminando lentamente, mirando la insegura postura de su contricante. Su lobo seguía dormido por lo que debía ser gentil a la hora de golpear, no debía lastimarlo.

- ¿Por qué decidiste entrar, William?

- Para proteger y cuidar de la manada. Quiero cuidar y proteger a mi familia -dijo frotando sus manos contra el pantalón.

- ¿Darías tu vida por tu familia?

- Sí, señor.

- ¿Darías tu vida por la manada?

- Sí.

- ¿Pelearás junto a tu alfa?

- ¡Sí, señor!

Levi se detuvo frente a su alumno, el chico tenía carácter, tenía fijo sus logros y sus propósitos al unirse para ser parte de los protectores de la manada. Sabía lo que quería, no como él que cumplía sus deberes por que así lo deseaba su padre, los ancianos y su pueblo, siendo esclavo de todos.
Bajó la cabeza, parpadeando un par de veces para no perder su concentración, ahora no debía distraerse.

- ¿Sabes pelear? -dijo poniendo sus manos hacia atrás.

El joven asintió, sabiendo de inmediato que era una mentira, realmente no sabían nada, no conocía nada por qué lo había leído en su solicitud para ingresar; Levi también había mentido para hacer creer a todos que lo sabía, se supone que al ser hijo del jefe debía saberlo.

Sin aviso alguno atacó a su alumno, dándole una patada en el lateral de su muslo durmiendo su extremidad izquierda, había sido lo suficientemente fuerte como para hacerlo caer y causarle dolor más no romperlo. El chico se sorprendió reprimiendo sus quejidos, Levi tragó en seco. Pequeñas, cortas imágenes llegaban a su memoria, su mirada fría, el dolor agonizante, la humillación y las lágrimas que mojaron su rostro.

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