Treinta y Ocho

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Ethan

Remojó su pincel en un vaso de agua que se pintó de un verde oscuro ante la mezcla de colores que estaba usando para su lienzo, estaba haciendo el retrato de un gato tipo siamés y ragdoll, que se hallaba echado en el borde de su ventana era el gato del vecino que raras veces se dejaba acariciar por él y que solamente se dejaba cuando le daba comida como pedazos de manzana, jamón o huevos duros. Aunque con el tiempo se fue dejando tocar no lo hacía por tanto tiempo, por que sino le mordía suavemente la mano como una manera de decirle que ya no quería más caricias y que lo dejara en paz.
Aquel gato, cuyo nombre escrito en su collar azul era Cajeta, estaba dormido esa tarde de una manera en que sus patas y larga cola estaban ocultas debajo de su peludo cuerpo, mantenía sus ojos cerrados mientras que sus orejas se movían debes en cuando ante los sonidos de su alrededor, ante el silencio que mantenía en su habitación sin ninguna música que normalmente pondría para inspirarse escuchaba el ronroneo del animal. Tan relajante que causaba igual sueño en él.

Luego de darle unos últimos retoques se levantó cansado con un dolor en trasero y espalda, llevaba demasiadas horas en la misma posición para que ese gato saliera lo más perfecto posible. Bajó las escaleras sin ninguna prisa para ir a la cocina en busca de un aperitivo, la verdad es que se sentía un poco triste a causa de su novio y la enorme decisión que conlleva irse para dejar a su familia permanentemente. Cada que lo pensaba lo hacía sentir mal dejar a su madre, sus estudios, su vida normal... Por lo que prefería no pensar en ello, el comienzo del semestre se acercaba y eso incluía la decisión.

- ¡Agh, maldita sea! -gritó dejando caer el cuchillo en el fregadero. Se sentía frustrado.
Sólo tenía dieciocho años como para pensar en cosas tan serias, había tenido suficiente con pensar en qué iba a estudiar después de graduarse de la preparatoria.

Y justamente, ella llegó de nuevo, una mujer entró quitándose los tacones en la puerta para ponerse unas pantuflas azules dejando caer su mochila en el sillón de la sala para acercarse a él y darle un abrazo desde su cintura. Al ser tan alto, su madre le llegaba al pecho, parecía cansada.

- ¿Pasó algo? -preguntó llevándose a la boca la mitad de una manzana.

- Un paciente no está comiendo como debe, se restringe mucho a pesar de que le he dicho que puede hacerlo -dijo frunciendo el rostro comiéndose con molestia la otra mitad de la manzana que dejó- eso no lo hará bajar de peso solo va a empeorar pero no me escucha -se quejó dándole otra mordida a la fruta.

- Ya después entenderá.

- Eso espero. ¿Y tú? ¿Qué has hecho? ¿Levi no ha venido a visitarte?

- Está trabajando.

- Oh.

No dijeron nada más, la conversación terminó, sinceramente Ethan ni siquiera tenía ganas de pensar en él, se quedó en la sala para ver una película en lo que su madre subía a ducharse para después bajar a hacer la cena, hablaron un poco sobre cualquier tema y luego sacó de su bolso una pequeña bolsa transparente unos muffins tan conocidos que supo de inmediato de quién eran; bendita fuera su abuela por hacer tales delicias que casi después de cenar comió uno de esos panecillos con un café cargado de leche mientras miraba otra película.  
Subió a su habitación casi las once de la noche para dormir dejando su ventana abierta ante el calor del verano.

*

Escuchó un ruido, una respiración pesada como incómoda, se quejó en sus sueños queriendo dormir sin que nadie lo interrumpiera jalando sus cobijas para así mismo ante el frío que sintió por el viento de la noche. Se acomodó en una posición que relajó mucho más su cuerpo ignorando la respiración que el rubio supuso que era suya hasta que sintió un peso sobre su cama haciéndolo rechinar ligeramente, escuchando el jadeo más cerca de su cuello y una mano tocar su cabello; se despertó de golpe muerto de miedo, miró hacia arriba lo más valiente posible cuando vio una sombra oscura frente a él casi encima suyo, por poco gritaba cuando una mano cerró su boca impidiendo cualquier chillido de esta, aterrado, casi con el corazón en la garganta, mordió la mano de la sombra extraña para defenderse. Tan fuerte que dejó caer sus colmillos hasta que un sabor metálico llegó a su lengua, saltó de su cama alejándose de la sombra.

Moonshine Where stories live. Discover now