Capítulo Trece

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—Ahí fue donde Don Luis se suicidó.

Logan señala el lugar más alto de la Mina la Valenciana, la atracción turística a la que estamos a punto de entrar.

—¿Don, quién?

La rubia y nuestro amigo me miran con el ceño fruncido, como si fuera lo más raro que hayan visto y me hubiera salido una segunda cabeza.

—Don Luis —habla Hanna—, el de la leyenda del Callejón del Beso ¿es qué no has escuchado de él y Doña Carmen?

Niego con la cabeza.

—¿Dónde vivías tú? ¿Bajo las rocas? —es el turno de hablar de Logan— Esa leyenda es la más conocida del estado de Guanajuato, incluso yo, que no soy de aquí, la conozco desde que era pequeño.

—¿Ah, si? ¿Y de qué habla?

—Fue hace muchos años...

—No le cuentes —es interrumpido por la adolescente que camina a un lado mío—. Tiene que vivir la leyenda al estilo Guanajuato, vayamos a una callejoneada.

La sonrisa cómplice que le regala nuestro nuevo amigo sólo hace que me ponga nervioso.

Durante mi estadía aquí, he visto a personas bailando y cantando por las calles, hasta donde sé, eso es una callejoneada, no veo como estar en una de ellas me haga vivir la famosa leyenda.

—Trato hecho, pequeña loca —accede Logan chocando su puño con el de Hanna.

Decido unirme a sus risas, aunque no sé si debería hacerlo.

Desde que nuestra amistad comenzó, no hemos dejado de vernos para explorar la ciudad completa, y aunque comenzamos con atracciones pequeñas, cada vez son más cansadas.

El hecho de que las quieran dejar para el final, no me agrada en lo absoluto.

Nuestros pies se detienen cuando llegamos a la pequeña fila que espera su turno para comprar el boleto de entrada en la taquilla.

—Necesito ir al baño —nos avisa Hanna mientras busca con desespero algo en el bolsillo de su pantalón—, esto será suficiente, compren las entradas y espérenme aquí.

Un billete es depositado en la palma de mi mano, y estoy a punto de replicar y devolvérselo, pero ella se me adelanta.

—Hoy yo invito, y no acepto un no por respuesta.

Y sin decir nada más, se aleja a trotes de nosotros, en busca de un baño público.

—Vaya que sabes escoger —susurra Logan—, y no eres tonto.

—¿De qué hablas?

—Al hecho de haberte fijado en una niña rica, inteligente y bella —se encoge de hombros.

—Acabas de enterarte hace poco de mi viudez, ¿y ya vas a comenzar a hacer bromas?

—¿Bromas? —ríe— Por Dios, si no me hubieras confesado que tu esposa murió, seguiría creyendo que ella es tu amante.

Su sonrisa se ensancha y ladea la cabeza, estudiándome.

—Jamás me he enamorado de nadie —confiesa de repente—, pero sé ver cuando una persona lo está, sus ojos hablan lo que los labios callan. Y los tuyos gritan que estás enamorado de Hanna Mountaner.

Un escalofrío recorre mi espina dorsal al oír sus palabras, el recuerdo del sueño que tuve hace algunas noches me llega de repente.

Hanna vestida de novia.

Yo en el altar.

Esa voz prometiendo cumplir mis deseos.

El anillo.

Sacudo ligeramente la cabeza en un intento por apartar esas imágenes de mi cabeza, pero no logro hacerlo por completo.

Nunca lo logro.

Es como si fueran un ancla y fuera imposible olvidarlas, por más que intento convencerme de que mi mente me jugó una mala pasada, mi ser se empeña en recordar.

Mi corazón se empeña en sentir.

—Hanna también te mira con amor —continua—, es más que obvio que a ella le gustas.

—Estoy aquí por Hanna —asiento—, pero no es por lo que tú crees.

Levanto mi mano izquierda, y le muestro mi dedo anular, aquel donde porto orgulloso mi anillo de boda.

—La única mujer de la que estoy enamorado, y quien es dueña de mi corazón, es Samantha Gallardo —recalco su nombre, aunque no sé bien a quien se lo quiero dejar claro, a él o a mí—. No hay nadie más.

Él niega con la cabeza, pero no dice nada más, aunque sé que tiene mucho más que hablar.

—¿Por qué tan serios? —la voz de Hana junto a nosotros atrae nuestra atención nuevamente— Hasta parece que van a entrar a la Casa de la Tía Aura.

—Lo que estábamos hablando, es mucho más aterrador que eso.

La ojiazul frunce el ceño gracias a las palabras de Logan, y busca mi mirada en busca de una respuesta que no puedo darle, porque estoy aterrado hasta los huesos.

El cosquilleo en mi estómago me incita a huir lo más lejos de ella, pero mis pies no se pueden mover.

No se quieren mover.

—Olvídalo, pequeña —intento darse una sonrisa, pero estoy seguro de que se ha visto más como una mueca—. No es nada importante.

Su mirada viaja nuevamente hasta toparse con los ojos hazel de nuestro amigo, pero él sólo se encoge de hombros y me da la razón.

—Ustedes sin duda son los amigos más raros que tengo.

Sus ojos turquesa encuentran los míos, y puedo ver un mar de emociones asomándose por ellos, encendiendo sus pupilas con un brillo hipnotizante.

Paz. Calma. Seguridad. Felicidad.

Ella está comenzando a vivir de nuevo.

Y aunque sé que si no me alejo ahora, los sentimientos que tanto me esfuerzo en guardar en lo más profundo de mi ser saldrán a flote y arruinarán todo, no pienso irme a ningún lado.

No sin antes verla bien. No sin verla completa.



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Hola mis amores, me alegra tanto que sigan leyendo

Este capítulo es más corto que todos los demás, y sí, lo sé, parece un poco de relleno pero les prometo que era necesario para los capítulos futuros. Para compensarlo, en unos momentos más subiré el capítulo catorce.

¡Miércoles de 2x1!

Las quiero mucho.

Una Vez MásWhere stories live. Discover now