Capítulo Treinta y Siete

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—¿Llego tarde para oponerme a esta boda?

Una sonrisa burlona se pinta en sus labios, mientras alborota su cabello con las yemas de sus dedos.

—No lo suficiente, llegas en el momento perfecto —para mi sorpresa, es Jacob quien le responde, y justo ahora tiene una sonrisa tan grande en su cara que me cuesta creer que esto de verdad esté sucediendo.

Discretamente pellizco mi antebrazo para comprobar que no estoy soñando, pero el dolor trae consigo una inesperada sensación de alivio. Es real.

—¿Qué demonios hace este hombre en mi casa?

—¿Usted qué cree? Vengo a llevarme a la novia.

Mi madre se levanta de un salto, su rostro se enrojece por el coraje, incluso puedo ver la pequeña vena que tanto odia saltando en su frente.

Mi mirada viaja al chico que está a mi lado, está tan emocionado que ni pareciera que acaban de interrumpir su propia boda, es como si estuviera viendo la mejor de las comedias románticas.

Sus ojos bajan hasta encontrarse con los míos, y lame sus labios antes de hablar—: Te dije que confiaras en mí.

La resolución me golpea bruscamente. Y ahora encaja su tranquilidad, aquella visita que fue a hacerme a mi habitación antes de la ceremonia, él sabía lo que iba a ocurrir y quería que todo saliera bien.

Las palabras se quedan atoradas en mi garganta, así que lo único que brota de mis labios son palabras a medias sin sentido alguno, lo que sólo parece divertir aún más a Jacob.

—Sé que esta vez hice bien —se aclara la garganta—. Pero, antes de que te vayas, necesito que me perdones por todo el daño que te hice.

—Ya te perdoné —mi voz tiembla debido a las emociones, pero no hay un solo atisbo de duda en ella—. Pero aún tienes algo pendiente, lo sabes ¿verdad?

—1 Juan 1:9 —musita—, no puedo prometerte que será pronto, pero lo haré.

Le regalo una media sonrisa y estiro mi mano para colocar el reluciente anillo de compromiso sobre su palma. Un peso menos.

Mi cabeza se gira para volver a ver la escena y encuentro que los invitados no hacen más que alternar su atención entre Ian y mi madre. Mientras esta última no deja de gritar, el joven psicólogo parece de lo más relajado.

—¡Sáquenlo de aquí!

—No será necesario, yo conozco la salida —habla finalmente, y después sus ojos marrones se clavan directamente en mí y traen consigo una ola de emociones que choca bruscamente contra mi corazón—, pero no pienso irme si no es junto con ella.

—Ya tuve suficiente de ti —su rostro se gira bruscamente hacia un lado, donde el que supongo es el jefe de guardias se encuentra de pie, en una posición que me recuerda a una bestia cuando está a punto de acabar—. Deshazte de él, no importa si lo matas.

—¡No!

El grito brota de mi garganta, e intento mover mis pies para correr hacia donde Ian se encuentra, pero algo me lo impide.

Unas grandes manos se cierran al sujetarme con fuerza por los brazos, cuando intento ver atrás, noto que se trata de mi padre, quien se ha levantado de su lugar para impedirme salir al encuentro del castaño.

Sus ojos vidriosos por las lágrimas tienen tantos sentimientos encima, que me cuesta reconocer por lo menos uno de ellos. Las comisuras de sus labios tiran ligeramente hacia arriba, como si estuviera a punto de sonreír.

Su agarre se relaja en cuento comprende que no me moveré, y toma una de mis manos. Siento un peso extraño en ella, así que me obligo a mirar hacia abajo, la correa de un pequeño bolso blanco se cruza de un lado a otro por mi palma.

Una Vez MásWhere stories live. Discover now