Cuento de hadas

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Hanna

Siento que mi corazón se saldrá de mi pecho.

Observo con detenimiento cada detalle del espacio que me rodea y no puedo evitar sentirme orgullosa de nuestra creación.

Después de meses de arduo trabajo, Jesus es Rey Guanajuato está listo para abrir sus puertas este fin de semana.

El escenario está cubierto de tiras de luces led blancas, los instrumentos están perfectamente acomodados frente a estas, y sobre ellos, una hermosa cruz pintada de blanco cuyo principal atractivo es la frase que tiene grabada.

"En la cruz, la esperanza venció".

Después de esto, está el púlpito de madera, justo frente al amplio pasillo que forman las largas bancas rústicas a los lados. Es mucho más grande de lo que imaginé que podía llegar a ser.

Pero esta parte no es la que me tiene más satisfecha, sí, es hermoso, pero los salones de los niños y los jóvenes son mi parte favorita, apenas abres la puerta y un estallido de colores te derrumba por completo.

Aunque desencaja totalmente con la decoración principal, no molesta a nadie que sea así. Y de cualquier manera, no es para nosotros, es para aquellas nuevas almas que están a punto de ponerse al servicio de Dios.

—Jamás creí que sería capaz de crear algo como esto —Antonio Landeros se posa a un lado mío, se cruza de brazos y escanea el lugar con la mirada mientras una enorme sonrisa se pinta en su rostro.

—Y no sólo eres el creador, serás el pastor.

—Ni me lo recuerdes —se sacude exageradamente, como si un intenso escalofrío lo hubiese asaltado de repente—, la idea me aterra.

—¿Aterrarte? —la incredulidad tiñe mi voz— Eres un líder nato, eres director de alabanza desde tu adolescencia y desde hace casi dos años eres quien organizó todo para construir esto. Harás lo mismo, con la única diferencia de que serán más personas.

—No sólo es dirigir —musita—. La principal tarea del pastor, es cuidar del rebaño.

Echa la cabeza hacia atrás y suelta un largo suspiro—: Es una gran responsabilidad procurar el bienestar de las ovejas de Dios.

—Pero es algo que Dios te está mandando a hacer —me encojo de hombros—, Él jamás se equivoca, así que algo bueno debe estar sembrando en ti, porque sabe que podrás con ello.

—Por suerte reclutó también muy buenos líderes —sonríe, y me dedica una mirada cómplice—, será interesante verlos a ti y a Ian liderando a los jóvenes.

Me limito a asentir y regalarle una sonrisa.

Después del discurso que acabo de darle, no puedo confesar que estoy muriendo de nervios. El hecho de imaginarme frente a un grupo, hablando de testimonios y resolviendo las preguntas de todos con fundamentos bíblicos, me pone los pelos de punta.

Hace unos días le expresé mi preocupación a Ian, él únicamente río, se dio la vuelta cargando una lata de pintura y finalmente respondió: "Moisés tenía la misma preocupación que tú, pero dejó que Dios hablara a través de él y logró liberar al pueblo de Israel de la esclavitud. Deja que haga lo mismo contigo".

—Hablando de él —cambio el rumbo de la conversación— ¿Dónde está?

—En casa.

—¿Cómo dices?

—No te alteres, no se olvidó de este día —ríe.

Se quita la mochila que lleva en los hombros y la pone en el suelo, en cuanto abre el cierre soy capaz de ver una bolsa de regalo adornada con papel rosado.

Una Vez MásWhere stories live. Discover now