Me sorprende no haberme deshidratado por todo lo que lloré.
Aunque me encantaría decir que fue la prédica lo que conmovió mi corazón, la verdad es que ni siquiera la escuché por estar pensando en lo que me dijo Antonio.
Fue el final de esta lo que provocó que no dejara de llorar. Los padres de Sam se acercaron a mí, nos abrazamos después de nueve largos meses, y me confirmaron lo que mi mejor amigo declaró antes del culto: ellos me adoptaron como su hijo.
No dejaron de orar por mí, porque volviera los caminos del Señor, que fuera luz en medio de las tinieblas, y que todo dolor que residiera en mi interior fuera convertido en amor.
Lo que quebró mi corazón, fue oír a José Gallardo hacer una oración para que me fuera enviada una ayuda idónea, una esposa.
No podía creer que de verdad estuviera pasando, pero acepté todas y cada una de sus oraciones.
Elías también estuvo ahí, pero no me atreví a contarle nada acerca de mi sueño.
Con él pude relajarme un poco más, le pregunté por mis antiguos pacientes y el peso que tenía encima se fue en cuanto me enteré que todos estaban avanzando correctamente.
Hace dos horas dejé San Francisco y he comenzado a andar por las calles iluminadas de Guanajuato Capital, que bajo el cielo nocturno, parece un lugar lleno de magia.
Mi celular comienza a sonar con el tono de llamada, y estiro mi mano esta tomarlo y ver que en la pantalla brilla el nombre de Hanna.
—¿Qué ocurre pequeña? ¿Me extrañas? —pregunto burlonamente cuando acepto su llamada.
—Logan está borracho, no sé qué hacer con él.
—¿Es una broma? Logan no toma alcohol, él lo detesta.
—No es una broma —la preocupación se filtra en su tono de voz—. Estoy en el bar, y me está preocupando, ya está casi inconsciente y no hay nadie aquí que sepa dónde vive para llamar a un taxi y llevarlo a casa.
—Quédate con él, ya estoy cerca.
Ella cuelga la llamada. Mis manos se aferran al volante y comienzo a maniobrar en él para girar en el retorno, y volver al centro donde mis amigos me esperan.
Es cuestión de minutos para que esté caminando por el callejón donde está el bar, y cuando lo encuentro no dudo ni un momento en entrar.
El aire cálido característico del lugar me envuelve en una agradable sensación mientras me dirijo a la barra, pero para mi sorpresa, ellos no están ahí.
Me giro y busco entre las personas que están sentadas en las mesas, camino entre ellas hasta que soy capaz de divisar en un rincón a la nerviosa chica rubia que me marcó hace unos minutos, al lado de una chica castaña que intenta quitarle un caballito a Logan de la mano.
—Hanna —la llamo cuando llego a ellos— ¿Qué pasa?
—No deja de tomar, eso es lo que pasa —señala al joven con mirada somnolienta que ha logrado quitarle el cristalino recipiente a su compañera.
—Logan —hago a un lado a la desconocida para colocarme a un lado de mi amigo— ¿Qué ocurrió? ¿Qué se supone que estás haciendo?
—Los jodidos recuerdos, eso fue lo que ocurrió —se toma el líquido de un trago mientras hace una mueca—. Sólo quería olvidar.
Su mano se estira en busca de la botella de tequila abierta, pero me adelanto y la alejo de él.
—Suficiente, nos vamos.
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Una Vez Más
RomanceCOMPLETA | SIN EDITAR Ian del Castillo, un joven psicólogo, viaja a Guanajuato Capital en busca de reparar su corazón roto y con el propósito de ayudarle a su paciente, Hanna Mountaner, a romper con las cadenas que la atan al dolor y el miedo. Una...