Capítulo Cuarenta y Uno

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—Que no te conmueva, Jacob, recuerda que los hijos de Dios siempre hablamos con la verdad.

—Y es lo que estoy haciendo —asiente con dureza—. Obligué a Hanna a estar conmigo, yo robé su pureza.

Su cabeza se gira lentamente hasta encarar a la mujer rubia frente a él, ella no hace más que intentar cubrir la sorpresa de su rostro con las manos, pero no dice nada, sólo se prepara para las siguientes palabras del moreno—: Su hija siempre le dijo la verdad y usted decidió darle la espalda, para apoyar a quien la violó.

—¡Pero qué vergüenza me das! ¡Lo presumes como si fuera un gran logro! —exclama en medio de un sollozo la madre del moreno mientras cubre su rostro con sus manos— No puedo creer que tengas el descaro de presentarte frente a ella como si nada.

—¿Cómo pudiste hacer eso? —el hombre brama contra su primogénito.

Su mano se alza en lo alto y el cuerpo de Jacob se encoge en espera de un golpe que nunca llega—: No, me encantaría golpearte hasta que me sangren los puños, pero me temo que eso no es suficiente. Mereces un castigo peor.

—Me arrepiento por lo que hice, papá, d-de verdad.

Veo la mano temblorosa de Jacob subir rápidamente a su rostro, y deslizar su dedo por su mejilla, sólo entonces, es cuando puedo ver el rastro brillante que ha dejado la lágrima que trató de limpiar.

Está llorando, algo que jamás había visto en él.

No tiene puesta su máscara de seguridad, en su lugar, un profundo miedo se ha apoderado de sus facciones. El terror que atraviesa sus ojos, es abrumador, pareciera que frente a él está parado el mismísimo Lucifer.

Aunque en realidad, incluso yo me siento así al ver en lo que se ha convertido el pastor ante tal noticia.

—Eso para mí no es suficiente, ¡la humillaste y ahora te toca a ti ser humillado!

—Ese no es el evangelio que profesamos y usted lo sabe perfectamente —me atrevo a decir—. No puede castigar a su hijo tan cruelmente cuando ni siquiera Jesús lo haría así.

—Para su mala suerte, yo no soy Jesús.

Un escalofrío de puro horror recorre mi espalda cuando veo como su mano se cierra con fuerza en el hombro de su hijo, y con su brazo libre coge a su esposa por la cintura y empuja a ambos hacia fuera.

Escucho las súplicas de Jacob y como su madre intenta interceder por él, pero esto sólo logra desatar más la furia del hombre que los arrastra hasta que logra desaparecerlos de nuestra vista.

Un sentimiento que no logro descifrar se remueve en mi interior, la angustia comienza a arraigarse en mi sistema.

No soy tan cruel para alegrarme de la tortura que sufrirá un vez que esté en las cuatro paredes de su casa, pero también comprendo que yo no soy la responsable de esto y que lo que sea que ocurra, fue por sus propias acciones.

—Antes de que diga cualquier cosa, quiero decirle que no le contamos nada porque sabíamos que no nos creería.

Ian le habla a mi madre, quien está de pie en medio de la sala. Su mirada está perdida en algún punto del suelo y parece estar absorta en sus pensamientos, dudo que siquiera esté escuchando las palabras del castaño.

—Y lo lamento, de verdad lamento que las cosas se hayan dado de esta manera, pero ahora está frente a ustedes la oportunidad de restaurar su familia —sonríe.

Las lágrimas queman en mi garganta y abro la boca para decir algo, pero las palabras no salen.

La mano de Ian se cierra en mi hombro y me da un ligero apretón reconfortante, para después continuar.

Una Vez MásWhere stories live. Discover now