Capítulo Dieciséis

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Los padres de Hanna se han ido.

La joven de ojos azules ha invadido mi habitación desde entonces, ha preparado una gran taza de café negro para Logan, pero él sigue en un profundo sueño del que dudo quiera despertar.

Luce tan preocupada por él, que me consterna, hemos pasado tardes completas conviviendo y riendo con el pelinegro, pero jamás noté una cercanía importante como para justificar su comportamiento.

—¿Podrías darme su ropa? La pondré en la lavadora.

Asiento y me dirijo al cuarto de baño, su ropa aún está regada por el piso, pues anoche ni siquiera me molesté en levantarla.

Pongo sus prendas sobre mi hombro y vuelvo a donde están mis dos amigos.

Mi corazón se oprime contra mi pecho en el momento que veo a la rubia sentada en el borde de la cama, acunando entre sus manos el rostro de Logan, y nuevamente siento un cosquilleo incómodo surgiendo en mi pecho y el calor detrás de mis orejas.

Escucho el ruido de algo cayendo a mis pies, y cuando bajo la mirada veo un montón de monedas y un par de papeles regados por el suelo que han salido de los bolsillos de los pantalones que llevo colgados del hombro.

Me pongo de rodillas y levanto las monedas que han caído, es cuestión de segundos para que un par de pálidas manos se me unan.

—¿Te sientes bien? Te noto un poco distraído —sus penetrantes ojos celestes me estudian con detenimiento.

—No pasa nada.

—¿Por qué siento que me estás mintiendo?

—Porque lo hago.

Un suspiro cansado brota de mis labios—: Han pasado muchas cosas en las últimas 24 horas, demasiada información, demasiados sentimientos encontrados.

El recuerdo de mi conversación con Antonio me llega de repente, junto con las oraciones de quienes eran mis suegros, lucho en mi interior contra todo lo que me empuja a sentir más que sólo un aprecio por Hanna.

Pero el hecho de que esté aquí, frente a mí a tan pocos centímetros de distancia, mirándome con interés y sus gruesos labios formando una sonrisa, me hace imposible no dejar de pensar en ello, de dejar de experimentar este nuevo sentimiento que aún no termino de descifrar.

—Pero no es momento para hablar de eso.

Abre su boca para decir algo, pero parece pensárselo mejor y la cierra. 

Concentra su atención en terminar de levantar lo que falta, y noto que pone especial atención en uno de los objetos.

—¿Cuáles son los apellidos de Logan?

—Andrade Flores —respondo, levantando la última moneda restante.

Alzo mi vista, el gesto confundido de la rubia me saca de balance por un momento—: ¿Qué ocurre?

Su brazo se extiende hacia mí, tendiéndome lo que tiene entre sus manos, se trata de la identificación del chico que yace dormido en mi cama.

La tomo, y la estudio, en la foto puedo apreciar a mi amigo con un par de años menos encima, su fecha de nacimiento está ahí, al igual que su nombre y el lugar de donde viene, es entonces donde lo comprendo: nos mintió.

—Logan Duquesne España —leo.

—Es de mala educación revisar las cosas que no son suyas.

Giramos nuestras cabezas de golpe al escuchar la gruesa voz a un lado de nosotros.

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