La promesa

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Ian

"Una boda de ensueño en el Castillo Santa Cecilia"

La fotografía que acompaña el titular de la primera plana del periódico local nos muestra a mi prometida y a mí en una sesión que tuvimos hace poco.

No era nuestra intención aparecer en los medios, pero fue inevitable hacerlo, pues tras la noticia de que el Castillo abriría sus puertas después de años, todos los curiosos investigaron hasta dar con nosotros.

Aunque en realidad no pudimos decir mucho, todo fue gracias a Logan y su hermano —quien resultó ser el fiscal del Ministerio Público en San Pedro Garza García— y movió sus influencias para cancelar la clausura del lugar y otorgarnos el permiso de efectuar nuestra boda aquí. Claramente, no podíamos mencionar eso o un gran problema de desataría.

—La heredera Mountaner y el heredero del Castillo —recita Elías, leyendo sobre mi hombro—. Vaya que saben investigar, y yo creyendo que la noticia de mi retiro estaba sólo entre los trabajadores del consultorio.

—Lo que no saben es informar, no soy el dueño del consultorio, sólo el nuevo director.

—No eres el dueño únicamente porque tu nombre aún no aparece en los documentos —me corrige—, pero sabes perfectamente que todo lo mío irá a tus manos cuando muera.

—Y ojalá eso no suceda pronto.

—En fin, ya suelta eso —me arrebata el diario de las manos y lo echa sobre una mesa cercana—. Hanna no debe tardar en llegar, tienes que bajar.

Un largo suspiro brota de mis labios, pero aun así me pongo de pie de un salto.

Me sacudo el pantalón para eliminar aquellas pequeñas arrugas que se hayan formado. Mi vista se alza, topándome con el enorme espejo de cuerpo completo que está colgado en el pasillo.

El traje azul se ajusta a mi cuerpo a la perfección. Las yemas de mis dedos se pasan por mi cabello meticulosamente peinado, con el propósito de despeinarlo un poco.

Sé que Antonio pondrá el grito en el cielo cuando me vea con mi "nido de pájaros" como lo llamó en la mañana, pero Hanna y yo decidimos hacer de nuestra apariencia lo más casual posible en este día, y no pienso parecer un pingüino lamido.

—Y, ¿Cómo te sientes?

—Creo que voy a vomitar.

—Entonces estás bien.

Una corta risa me asalta y su mano se posa sobre mi hombro, dándome un ligero apretón que logra transmitirme un poco más de calma.

El día llegó y estoy listo.

Recorremos los pasillos del castillo, aquellos que antes estaban cubiertos de polvo y telarañas hoy están iluminados y con una nueva decoración, respetando el concepto original que siempre ha sido el estilo medieval.

Un par de espadas de utilería están expuestas en los muros, junto con escudos y antorchas artificiales que simulan estar encendidas.

Cuando finalmente salimos a uno de los balcones, veo a varios servidores de la iglesia acomodar los detalles finales en el altar en el jardín delantero, y a los ujieres ayudando a las persona a encontrar su lugar.

—Llegó la hora de ver a la novia —me avisa mi padre, con la mirada baja en el celular, por lo que supongo que está hablando con alguno de los acompañantes de Hanna—, acompáñame.

Siento una capa de sudor cubrir las palmas de mis manos y mientras lo sigo, intento limpiarlas con el material de mi saco. Los nervios comienzan a hacer estragos en mi sistema y de repente siento el impulso de salir corriendo.

Una Vez MásTahanan ng mga kuwento. Tumuklas ngayon