Capítulo Diecisiete

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Es un castillo.

Hace varias cuadras que dejamos el auto en el estacionamiento, y me llevó por las calles hasta que llegamos al Castillo Santa Cecilia.

Me he quedado sin aliento al ver la magnitud de la construcción, y he quedado cautivado con el ambiente medieval que crea cada muro de este lugar, sólo hay una cosa que rompe con su encanto, y es el enorme cartel amarillo que dice "Clausurado".

Hanna vuelve a tomar mi brazo y caminamos rápidamente por el costado del muro, hasta detenernos detrás de unos arbustos, hay una enorme mata de corona de cristo dentro de una maseta larga que está recargada en la pared, y es el objetivo de la rubia que me acompaña.

Comienza a empujarla y esta se arrastra por el suelo llevándose la tierra y algunas raíces consigo.

—¿Qué haces?

—¿No es obvio? Quiero entrar.

La ayudo a mover la pesada maseta y cuando la hemos corrido lo suficiente, veo un hueco en el muro, suficientemente grande para que una persona entre a gatas.

—Dime por favor, que tú no hiciste esto —señalo el agujero y ella me da una sonrisa que muestra todos sus dientes como respuesta— ¿Cómo diablos lo hiciste?

—Se habían caído un par de ladrillos —se encoge de hombros—, necesité de un martillo y muchos días para lograr esto.

—Es ilegal ¿lo sabes?

—También sé que he venido aquí decenas de veces y nunca me han visto —se justifica—. Pero si no entramos justo ahora, estaremos en problemas, así que calla y sígueme.

Se pone de rodillas y comienza a avanzar a gatas a través del hueco, yo volteo a ver a mí alrededor para asegurarme de que nadie tiene sus ojos sobre nosotros, y una vez que compruebo que estamos solos, imito sus movimientos y me adentro a la propiedad.

Una vez dentro me pongo de pie, y siento como si mi mandíbula fuera capaz de tocar el suelo, el castillo medieval se alza imponente frente a mí, y por un momento creo que estoy en medio de un sueño.

La chica que me ha guiado hasta aquí, justo ahora está corriendo una tabla de madera, cubriendo el hueco de la pared y la sujeta con un ganchillo que está clavado en el muro.

—Vaya, eres más atrevida de lo que pensé.

—Empiezas a conocer como soy en realidad, sólo procura no asustarte.

Demasiado tarde para no intimidarme con tu presencia.

—Ven, hay que subir, tienes que ver todo desde lo alto.

Toma mi brazo y me hala. Está de más decir que estoy asombrado por estar dentro, es enorme, y me sorprende jamás haberlo visto antes, o no haber escuchado comentarios acerca de él.

Nos conduce a la entrada principal, donde una alta y ancha puerta de caoba en forma de arco nos impide entrar, pero Hanna no parece sorprendida por eso y comienza a escarbar entre la tierra de un lado.

—¿Y ahora qué? ¿Vas a descubrir un túnel secreto?

—Ya hay demasiados túneles en la ciudad —me sonríe—. Entraremos por aquí, con la ayuda de esto.

Se pone de pie y me muestra un ganchillo de alambre.

No es la primera vez que la veo forzar la cerradura de una puerta, y por lo antigua que luce la que está frente a nosotros, sé que no le costará ningún trabajo.

Cuando comienza a introducir el metal en el cerrojo, no puedo evitar sentir que está mal lo que estamos haciendo y que sin duda, debería tomarla e irnos de aquí. Pero es tanta la emoción de la ojiazul que no puedo resistirme.

Una Vez MásWhere stories live. Discover now