Capítulo Veintisiete

275 58 92
                                    

Hanna:

"Te he extrañado demasiado. No puedo creer que nos quedan pocas semanas de terapia en casa y después tendrás que volver a SFR... desearía que nunca te fueras"

23:12

Ian:

"Yo deseo lo mismo"

23:15


Releo por décima vez en el día los últimos mensajes que la chica ojiazul y yo intercambiamos ayer por la noche.

Hoy no me ha escrito para nada, es 10 de mayo, así que supongo que entre ella y su padre han estado demasiado ocupados esta tarde haciendo algo lindo para Daniela Monroy.

Casi se cumple una semana desde que no estoy en la hacienda, y mi regreso no está programado hasta el 15 de mayo.

—Comprendo que estés enamorado y la extrañas, pero ¿te importaría ayudarme un poco? —mi mejor amigo entra a la estancia y deposita una enorme caja de cartón sobre la mesa de centro.

—Hablas como si fueras quien está limpiando toda la casa —río.

—¡Eso es lo que he estado haciendo desde la mañana!

Ruedo los ojos al cielo ante la nueva exagerada reacción de Antonio, pero decido ignorarlo y me pongo de pie para ver el interior de la caja.

Para mi sorpresa, todo está perfectamente acomodado en su interior. La ropa que en algún momento Samantha utilizó está doblada y situada en el fondo, y encima de ella, algunos de sus objetos favoritos.

Un peluche de cerdito con disfraz de Batman que le regalé cuando éramos novios y una caja musical que guardó desde su niñez, y donde colocó los anillos y collares que sus padres y yo le dimos.

Vagos recuerdos surcan por mi mente y la nostalgia comienza a embargarme cuando acaricio los objetos con la yema de mis dedos.

—¿Qué harás con ellos?

—Estos definitivamente irán a parar a manos de su madre —respondo sin dudarlo—, Samantha dejó pocas cosas en su casa cuando comenzamos a vivir juntos, sólo quiero darle unos recuerdos más de su hija.

—¿No dejarás nada para ti?

—Lo más valioso ya lo tengo guardado —sonrío, rozando con las yemas de mis dedos el frío reloj de bolsillo.

Un suspiro entrecortado brota de mis labios en el momento que comienzo a acomodar en la caja las fotografías de Sam que quité de las paredes hace unas horas.

No hace falta que le pida ayuda a Antonio, cuando él ya se encuentra envolviendo los cuadros en papel periódico, no tarda demasiado, así que también se toma la libertad de ser él quien los guarda.

Yo en cambio, me tomo mi tiempo viendo las imágenes, riendo al recordar los momentos en que fueron tomadas, mayor parte de ellas, las tomé mientras estábamos haciendo cualquier tontería, así que su sonrisa no deja de estar presente.

Tomo un marco pequeño, donde está una de las fotos que más amamos, una del día de nuestra boda, donde están sus padres junto a ella y Elías de pie a un lado mío.

Todos hicimos una cara graciosa para la foto, incluso Elías, que desborda porte y elegancia, decidió acompañarme en la pequeña locura y hacer bizcos a la vez que ponía boca de pescado.

Esa era nuestra familia, pequeña, pero con un amor enorme.

Los padres de Samantha ya saben lo que es perder a un hijo, Elías siempre cuidó de mí como si fuera mi padre, me pregunto si ahora también siente que me ha perdido.

Una Vez MásWhere stories live. Discover now