Capítulo Cuarenta y Cinco

188 37 40
                                    

—No entiendo a Dios.

Dos pares de ojos marrones se clavan en mí, su mirada es tan confusa que parece que han visto la cosa más extravagante de sus vidas.

Ian detiene el auto justo frente a La Estación, a pesar de la hora, no hay más autos en el camino, por lo que no representamos estorbo alguno.

Puedo escuchar el zumbido del metal y la madera, despertando de su sueño y esperando la llegada del tren, que a juzgar por el silbido del viento, está cerca.

—¿Dijiste que no entiendes a Dios?

—Eso dije —asiento.

—¿Y qué hay de raro en eso? —el ceño de Logan se frunce— Llevas una semana en la universidad, no me digas que las clases de filosofía ya comenzaron a provocarte crisis existenciales.

—No es eso —maneo la cabeza, en negación—. No puedo dejar de pensar en la manera en que respondió mi oración, ya saben, lo de la pintura.

La pintura. Esas dos palabras parecen ser la clave, pues en cuanto las pronuncio la expresión de ambos cambia por completo y la seriedad reina en sus rostros.

Fue justamente hace una semana, en mi primer día de universidad, que por fin la terminé. Perdí la cuenta de cuántas veces rompí en llanto al tratar de retomarla, por eso demoré tanto.

Nos retraté a Ian y a mí, a un lado de mi papá y mi mamá. Traté de traer a la mente a ese matrimonio perfecto que alguna vez fueron, donde el amor se les notaba a metros de distancia y donde el respeto era la base de todo. Dos parejas, generaciones diferentes, pero unidos.

Yo quería que mi madre dejara de ver al joven psicólogo como un obstáculo entre nosotras, y que me diera su bendición. Y se cumplió, pero no cómo quería.

—Jamás imaginé que bendeciría nuestro noviazgo en su lecho de muerte, no me esperaba que el momento que tanto esperé dónde al fin podríamos estar con ella sin pelear fuera tan efímero.

—A Dios le encanta trabajar de maneras totalmente inesperadas —el pelinegro se encoge de hombros.

—Pero ¿por qué? —cuestiono, pero aun con el paso de los segundos, ninguno de los dos responde— ¡Por favor! Estoy segura de que ustedes conocen la respuesta.

—Tú también la conoces ¿no es cierto? —no me pasa desapercibido el tono acusador que utiliza el chico de ojos color hazel— Sólo quieres que nosotros te confirmemos lo que ya sabes.

—Mi cabeza está hecha un desastre, todo por conseguir una respuesta y tratar de entender el porqué obró de esa manera.

—Hanna, la verdad es que nosotros no conocemos la respuesta —Ian toma la palabra, y clava sus impresionantes ojos marrones en los míos—. Resulta, que no se trata de entender lo que hace, se trata de aceptarlo, confiando en que su voluntad es buena, agradable y perfecta.

—Dice su palabra que sus planes son más grandes que los nuestros —añade Logan—. Es imposible comprender la mente de Dios, porque siempre va por delante, creando planes de bien.

Mis dedos temblorosos de arrastran sobre mi mejilla, limpiando las lágrimas que no sabía que había comenzado a derramar.

—Puede que ahora no lo entiendas del todo, a mí me costó meses y lo sabes —el castaño lame sus labios—. Pero pronto verás no el por qué, sino el para qué de las cosas.

—Es más, estoy seguro de que a raíz de esto tendrás un crecimiento espiritual exuberante —la emoción tiñe las palabras de nuestro acompañante—. No puedo esperar para verlo.

Una Vez MásWhere stories live. Discover now