Capítulo Veinte

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—¿Integral o multigrano?

—Integral.

Logan toma una barra de pan de la estantería y la coloca dentro del carrito, para después caminar a mi lado observando todo lo que hay en el supermercado.

El día de hoy todo está relativamente vacío, todos los padres están fuera de las instalaciones de la Universidad de Guanajuato, esperando que sus hijos salgan de presentar su examen, Hanna es una de las postuladas.

—¿Sabes? —la voz del pelinegro capta mi atención— Me siento un poco culpable por la situación de Hanna, después de todo, era yo quien insistía en comer a todas horas.

—No es tu culpa —le recuerdo y chasqueo la lengua—, aunque no espero que dejes de sentirte así de la noche a la mañana, yo aún me culpo por no haberme dado cuenta, aun cuando vivimos bajo el mismo techo.

Ninguno de los dos se atreve a decir nada. No es ningún secreto que a todos nos afectó demasiado saber que la bella chica de ojos azules batalla contra un trastorno de conducta alimentaria.

Logan no fue la excepción, aunque fue quien tuvo la reacción más tranquila y no dejó de decirle que se recuperaría, y que con la ayuda de todos lograría romper las cadenas que la atan a esa enfermedad.

Está avanzando, hemos decidido marcar los días que ha logrado controlarse en el calendario, mi alma baila de alegría cada noche, pues desde que comenzamos no ha caído, de cualquier manera, estoy preparado para todo.

—Estoy feliz por ella —sonríe—. Tiene la ayuda de toda su familia, y te tiene a ti, que no sólo la apoyas, la acompañas a dar cada paso.

—Es mi trabajo como psicólogo.

—Lo haces porque estás enamorado.

—Y de nuevo con lo mismo —suspiro, deteniéndome frente al pasillo de congelados y miro la lista para ver que me falta.

—Ya deja de negarlo, Castillo.

—Estoy casado —le muestro mi dedo anular, el cual sigue siendo adornado por mi anillo de bodas— ¿recuerdas?

—Ian, no quiero ser grosero ni que tomes a mal lo que voy a decirte —me mira seriamente—, pero enviudaste hace casi un año y la muerte ya los separó ¿recuerdas?

Ignoro su comentario y comienzo a buscar algún paquete de frutos rojos entre todos los vegetales que están regados por la nevera.

—No hay ningún pecado en volver a enamorarte.

—No quiero volver a enamorarme —lo corto—. Escucha, desde que conocí a Samantha, sólo pude ver un futuro con ella, aún ahora que no está, no puedo verme haciendo la vida que le prometí, con otra mujer, no puedo.

—Entiendo —asiente—, ella fue tu primer todo, tu primer amor, primera novia, la primer chica a la que te entregaste completamente, pero debes entender que la vida sigue, aunque ella ya no esté.

Cuando encuentro la bolsa de frutos rojos, los echo al carrito y me dirijo a la caja para pagar todo.

—Y no estarías reemplazando a Samantha —continua—, supongo en parte te opones porque crees que tendrás que olvidarte de ella para poder hacer tu vida con alguien más, pero no se trata de eso.

—¿Entonces está bien que lleve la imagen de mi esposa a todos lados, aunque tenga una nueva pareja?

—No —niega con la cabeza y sonríe—, no tienes que olvidarla o recordarla a cada segundo, llévala contigo, en tu corazón y eso será suficiente.

—No es así de fácil, Logan.

—No, pero será aún peor si no lo intentas.

Llegamos a la banda y comenzamos a vaciar el interior del carro a esta, para que la cajera comience a hacer la cuenta.

Una Vez MásWhere stories live. Discover now