Capítulo Veintiuno

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Damián y yo no podemos creer lo que vemos: Hanna y Jacob llegaron juntos a casa.

La joven rubia pasa junto a nosotros y nos sonríe, hay una genuina felicidad retratada en su rostro, y eso hace que mi estómago se revuelva.

Nos hace un gesto de despedida con la mano para después cruzar la puerta detrás de nosotros y entrar a la casa, dejándonos en compañía de su ex novio, que nos mira con una imperturbable seriedad.

—Tú y yo tenemos un asunto del que hablar, Ian.

Mi ceño se frunce y volteo a ver a Damián, que se encuentra igual de confundido que yo.

—¿Entramos?

—No, será algo muy rápido —sus ojos se entornan y su cuadrada mandíbula se tensa—. Pero me encantaría que fuera a solas.

Damián me dedica una mirada de advertencia y mueve suavemente la cabeza en negación, pero yo me encojo de hombros y le dedico una sonrisa conciliadora—: ¿Podrías dejarnos un momento?

—Ya qué —refunfuña, y se aleja de nosotros en dirección a la cochera.

Mis ojos se topan con los de Jacob, y una sínica sonrisa característica de él se escapa de sus labios.

—¿Qué fue lo que le hiciste a esa tonta para que de repente tome aires de heroína?

—No sé de qué me estás hablando.

—Hanna me dijo que no se quiere casar conmigo.

—Ajá —asiento— ¿y yo que tengo que ver?

—Ahora veo porque las mujeres dicen que los hombres somos tontos —ríe— ¿no te das cuenta, cierto?

Abro la boca para decir algo, pero no hay nada que pueda responder. No tengo ni idea de qué me está hablando, no sé qué he hecho, que hizo Hanna. Estoy en blanco.

—Como sea —chasquea la lengua—, esa chica jamás se hubiera atrevido a decirme "no", hasta que llegaste tú, le estás llenando la cabeza de ideas estúpidas.

—El defender su integridad y conocer su valor como mujer no es estúpido —me acerco un paso hacia él—. Tú la querías ignorante, yo la quiero valiente.

—¿Valiente? —alza una ceja— Una persona valiente no se humilla como ella lo hizo, una persona valiente habría buscado demandarme y no correr a pedirme perdón.

Mis ojos se abren por la sorpresa de su declaración y noto cierta satisfacción en su rostro.

—¿Hanna de verdad te pidió perdón?

—Así es —asiente—, por eso llegamos juntos, en cuento salió del colegio fue a buscarme a mi casa a pedirme perdón.

Por un momento me quedo sin habla, y lo único que puedo pensar es en el golpe que quiero darle para borrar la sonrisa de su cara, pero no hace falta, su sonrisa vacila.

Entonces, el recuerdo de la conversación que tuvimos ayer me invade, yo le dije que uno de los pasos para cambiar es el perdón, y decidió aplicarlo.

No tengo ni idea de lo que pretende, pero no puedo evitar sentirme feliz por ella, sí, se ha quebrado, pero no planea quedarse así, va a cambiar, y aunque apenas comienza, sé que provocó algo en el interior de Jacob.

Una sonrisa se dibuja en mis labios lentamente, y esto sólo parece molestar al chico que me mira desafiante.

—No sólo te pidió perdón —ladeo la cabeza—, ella te perdonó ¿no es así?

Traga saliva, sigue viéndome fijamente, pero su sonrisa se desvanece, entonces la mía se ensancha.

—Y no lo soportas. Tú abusaste de ella, tú la animaste a intentar suicidarse, tú la humillaste y le diste mil razones para odiarse, pero ella decidió no ser como tú.

Una Vez MásWhere stories live. Discover now