Capítulo Veinticinco

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Tengo una corona de flores en la cabeza.

Hace poco empezó a anochecer, y como de costumbre, los vendedores ambulantes comenzaron a invadir las calles.

Una pequeña y adorable niña se paró frente a nosotros y nos ofreció las famosas coronillas, y aunque Hanna y yo rechazamos amablemente su oferta, Logan no pudo resistirse.

Compró una corona para cada uno de nosotros y le compró una a la pequeña para que pudiera "modelarla".

Nos explicó que la niña le recordó a su hermana, ya que su padre los obligaba a vender en las calles y los golpeaba su no vendían lo necesario. No quería que lo mismo le pasara a ella.

Ahora, estamos sentados en los escalones de la histórica Alhóndiga de Granaditas, intentando no perder de vista a Hanna, quien insistió en ir sola a comprar los boletos para la callejoneada al ver que les daban preferencia a las mujeres y permitían que pasaran primero.

—¡Ibas a besar a Hanna! —exclama el pelinegro en mi oído.

—¿Quieres callarte? ¡Te puede escuchar!

—¡Cómo si ella no supiera que estuviste a punto de besarla! —se cruza de brazos—. ¿Sabes cómo me sentí? Fue como si estuviera dentro de la película de La Sirenita.

—¿Qué?

—¡De verdad! Yo era Sebastián gritándote "¡Bésala!" —estira su cabello con sus dedos—, y esas malditas ventanas lo arruinaron todo.

Me río al escuchar la ingeniosa comparación de mi amigo, y entonces su reacción en el castillo tiene sentido.

—Hoy han pasado demasiadas cosas —resopla—, primero Hanna confiesa que les gustas, y después...

—Espera —lo interrumpo— ¿En qué momento Hanna dijo algo como eso?

—¿No lo recuerdas? Cuando dijo que le gustaban todos los castillos, sin excepción —pone énfasis en esas dos últimas palabras.

—Ajá ¿y yo tengo cara de ladrillo, o qué?

—¡Hablaba de tu apellido, imbécil! —explota— ¡Eres Ian del CAS-TI-LLO!

Me quedo helado en cuanto me hace comprender esto, y las piezas comienzan a caer en su lugar, por eso la reacción de Logan, y los intentos de Hanna por callarlo.

Me lo confesó en la cara y no entendí el mensaje.

—No puedo creer lo ciego que estás y lo cobarde que eres para confesar tus sentimientos.

—¿Y si en realidad no siento nada por ella?

—Te golpearé hasta no sentir los puños —se encoge de hombros—, ella es asombrosa, y merece lo mejor que hay en el mundo, ya ha sufrido bastante como para soportar que jueguen con ella una vez más.

Echa su cabeza hacia atrás y continua—: Así que dime la verdad de una vez, ¿te gusta o no?

Veo a Hanna salir entre el gentío y sube las escaleras hacia nosotros.

—Ya viene, no se te ocurra decir nada más frente a ella.

—¡Sólo dime sí o no!

—¿Sí o no, qué? —pregunta la rubia arqueando una de sus cejas.

—Quiere saber si se ve lindo con esa corona en la cabeza —hablo, antes de que él pueda hacerlo.

—¡Claro que te ves bien con ella! —ríe Hanna—, eres a quien mejor se le ve de los tres, y te ves extremadamente varonil con ella.

Una Vez MásWhere stories live. Discover now