7: "De vuelta".

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Dante.

La noche anterior había estado muy lejos de lo que imaginé. Si bien no me gustaban las fiestas, lo miré como una oportunidad de divertirme, lo que estuvo a gran distancia de lo que sucedió.

Mientras me encontraba junto a Alessia, escuchando como hablaba sin parar de Star Wars, película que cabía resaltar que no había visto, y lo increíble que eran los efectos especiales puestos en cada escena, la producción y la influencia que había tenido en la sociedad, continuaba arrepintiendome de haber ido y deseando haberme quedado en mi habitación leyendo algún buen libro, no por escucharla, porque si le ponía atención era interesante lo que decía, sino por lo incómodo que me sentía con la música alta y las luces tenues que forzaban mi vista.

En cierto momento, incluso antes de que dieran las doce me encontré entre las opciones que exponían mi desagrado y cansancio; irme o irme.

Dorian tampoco pareció disfrutar, las veces que mi mirada lo evaluaba solo podía encontrar aburrimiento, como si el estar ahí fuera lo menos emocionante que había hecho. En algún momento de la noche fue a la pista, y desde ahí lo perdí de mi campo de visón.

Cuando la mañana llegó, me encontré sentado en la mesa del restaurante del hotel, esperando pacientemente a que llegara Alessandro y el resto de empleados de la editorial.

Nuestro entorno se encontraba escaso de multitud, las personas esparcidas en las mesas del restaurante se podían contar con los dedos de una mano.

Estuvimos todos reunidos tiempo después.

Mi jefe, sorprendiéndonos, apareció con una chemise y una bermuda color blanco.

—¡Raphael! —exclamó Alessandro con ánimos, fijando sus ojos en la figura alta de un hombre de piel oscura.

El mencionado asintió, dedicandole una breve mirada y estrechando su mano derecha con la de Alessandro.

—No te veía desde la universidad, ha pasado tanto desde entonces —continuó diciendo, esbozando una sonrisa enérgica.

Raphael, quien por su parte se limitó a sentarse junto con las personas que venían atrás de él, dos mujeres y un hombre, habló por primera vez:

—Alessandro, podrás recordar lo poco efusivo que soy, aún así me agrada verte de nuevo —dijo, la luz ambiental hizo que su piel se viera lisa, lo que causó que aparentara tener menos edad de la que probablemente tenía.

Al bajar de mi habitación para la temprana reunión, había aprovechado para recoger el poco desorden y tener todo preparado para que al instante de tener que tomar el vuelo a Madrid solo tuviera que coger mi equipaje y partir.

La sensación ácida se instaló en mi estómago al recordar lo que mi vuelta implicaba. Incertidumbre prundizandose hasta los lugares que eran desconocidos, en lo más profundo, en donde indagar era imposible; ahí, ahí se encontraba.

Madrid era mi hogar, mis momentos más felices daban lugar a esa ciudad que me había acogido, con su clima frío y su gente cálida.

A pesar de eso, no era el lugar el que me producía inquietud. Era el reencontrarme con personas de mi pasado, no por falta de superación, ni por miedo, sino porque no sabría lo que eso podía depararme. Y lo desconocido me parecía aterrador.

Desde luego que me sentiría feliz de ver a Francesco, era más que mi mejor amigo; era mi familia.

Ver de nuevo a papá iba a ser un gran alivio, más si pensaba en lo mucho que nuestra relación había mejorado.

Volver a verla a ella sabía que no podía ser algo evitable, sus amigos eran los míos, y no podía asegurar sentirme cómodo de hacerlo.

—Teníamos planeado un mejor orden, pero mi secretaria personal y la general tuvieron que irse antes de lo planeado —explicó el hombre de ojos oscuros—. Ahora, mis socios y yo les hablaremos sobre nuestra propuesta y contrato.

Las cartas de Dante © Donde viven las historias. Descúbrelo ahora