17: No es cierto, ¿o sí?

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Javier se notó confuso ante mi expresión de total consternación y asombro. De todas las personas que pude pensar que estaría saliendo con mamá, jamás de los jamases consideré al hombre que estaba frente a mí, dedicando una sonrisa que conocía.

¿Cómo...? No, es que no tenía sentido.

Mamá me miró, esperando a que recibiera el apretón de mano que él me ofrecía. Antes de hacerlo, observé a mis hermanos del otro lado de la sala. Javier tenía esa cara de seriedad absoluta, y Jorge lo imitaba. Ninguno estaba contento con la situación.

—Jazmín, él es Raphael —soltó Sonia, dedicándome una mirada tensa, una clara advertencia.

—Hola —fue lo único que pude decir.

Es que, ¿qué se podía decir cuando el novio de tu mamá era tu jefe?

—Te estábamos esperando en la noche, pero ya que estas aquí, podríamos convertirlo en un almuerzo. ¿Qué dicen? —La voz entusiasta de mamá me sacó de la sorpresa que aún tenía.

—Es una excelente idea —concordó Raphael, acariciando la mano que se encontraba anclada a su antebrazo.

Sonreía abiertamente, irradiando una felicidad que había olvidado. Después del divorcio de mamá, ella se dedicó a nosotros, sin descanso. Y aunque, ella dijera que no necesitaba una pareja, la imagen frente a mis ojos confirmaba que decía mentiras.

Tal vez, si no se tratara de mi jefe y la situación no fuera tan jodidamente extraña me habría puesto a dar saltitos, emocionada porque por fin mamá estaba rehaciendo su vida. Sabia, más que nadie, lo difícil que era continuar después de una ruptura. Lo que era contar los días solo para ver si el dolor había disminuido con ellos o si seguías sintiendo igual. Sin embargo, me había tomado por sorpresa, tanto que aún no terminaba de asimilarlo.

Raphael fue a ayudar a mamá con la comida, así que quedamos mis hermanos y yo.

—Anoche no viniste —musitó Jorge de repente.

Mierda. Lo había olvidado, nuestro viernes de películas.

—Lo siento, pequeño, pero se complicaron las cosas —me disculpé, sintiéndome terrible.

Observé a Jorge, fijándome en lo alto y grande que estaba.

—¿Del trabajo? —replicó, entornando los ojos con suspicacia en mi dirección.

—Algo así —me limité a decir.

—¿Algo así? —inquirió curioso.

—Sí, estuve ocupada con el trabajo y después tuve que hacer una cosa importante —No mentía.

—¿Qué cosa? —preguntó.

Javier se inclinó hacia adelante en el sofá.

—Hoy amaneciste más preguntón de lo normal —resopló Javier, disgustado.

—¿Quién? —respondió.

—Pues tú.

—¿Quién te preguntó? —corrigió, partiéndose de la risa.

—No es gracioso —dijo Javier, rodando los ojos. Alguien estaba de muy mal humor hoy.

Jorge frunció sus pequeños labios, arrugando así sus cejas.

—Claro que lo es, Isaac me lo enseñó —aseveró mi hermano menor.

Nota mental: No dejar a Jorge cerca de Isaac. Si lo hacía se convertiría en una mini versión de él.

Las cartas de Dante © Donde viven las historias. Descúbrelo ahora