Extra #5

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Cumpleaños número cuatro de Chiara.
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Jazmín.

Cuatro años habían pasado desde que Chiara había nacido. Joder, y yo que me burlaba de las madres que decían que los años de los hijos pasaban volando y terminé siendo una de ellas. Cada día ella crecía más, y también hablaba más, y también se ponía más hermosa. ¿Eso era posible?

Su personalidad era una cosa curiosa para se honesta. Y no lograba decidir si tenía más de Dante o de mi. Era responsable con sus actividades y antes de comerse cualquier cosa le ofrecía a quienes estaban cerca, lo que la hacía amable. Pero también hablaba demasiado, mucho más que yo en realidad y le gustaba reírse.

—Mamá, ¿por qué este jugo es rojo? —preguntó sentada en el taburete de la cocina mientras le preparaba un sándwich.

—Porque es de fresa —respondí, pasándole el plato y limpiándole la boca.

Sus grandes ojos color verde me observaron.

—¿Y por qué la fresa es roja?

—Pregúntale a tu padre, es su fruta favorita así que seguro lo sabe.

Ella balanceó sus pequeñas y cortas piernas, varios rizos marrones se movieron también.

—Mami, ¿mi papá es un príncipe?

Sonreí. Me divertía más que nunca escuchándola haciéndome millones de preguntas, algunas que ni siquiera teniendo memoria fotográfica podía responder.

Dante apareció en la cocina llevando en sus manos unas bandejas de pasapalos, la mirada de Chiara se iluminó en cuanto lo vio entrando y él dejó lo que llevaba en el mesón y cargó a nuestra hija.

—Le estaba preguntando a mamá si tú eras un príncipe.

Dante se inclinó, dándome un beso en la mejilla y sonriéndome. Subí los lentes por su tabique, debido a que se habían bajado por el movimiento y le devolví la sonrisa.

—No sé eso, pero, ¿sabes que sí sé? Que ustedes dos son unas princesas hermosas —musitó.

Chiara abrazó más a su padre, como si no quisiera soltarlo. Y jamás pensé que llegaría el día en donde me viera enamorada un Dante llevando en brazos a nuestra hija.

Una media hora más tarde fuimos a la habitación de Chiara, para bañarla y prepararla para la fiesta de su cumpleaños. Dante y yo le conseguimos todo lo que ella quiso para la celebración. Un colchón inflable en forma de castillo, todos usaríamos coronas y había un pastel de todos los colores.

Era todo demasiado bonito y no me costó pensar en lo emocionada que iba a estar María cuando viera que la fiesta de Chiara era muy parecida a las de ella de pequeña. Hablando de María, hacía dos semanas que había ganado su primer Emmy, ¿pueden creerlo? Ese día nos reunimos todos en la casa de Isaac y Dorian, y vimos la premiación en vivo. No puedo decir quién gritó más cuando ella ganó, pude haber sido Javier, o quizás Isaac, o tal vez yo.

Estábamos tan orgullosos de ella.

Volví a mirar a mi hija, envuelta en una toalla mientras sacaba su vestido del armario y lo ponía sobre la cama. Era el vestido más pomposo que había visto, con su tul azul cayendo hacia sus zapatillas blancas. En cuanto Chiara se paró frente al tocador y observó como se veía, sus labios se curvaron de oreja a oreja y soltó un pequeño gritito lleno de júbilo.

—¡Me encanta! —chilló, abriendo mucho los ojos.

Esa expresión, esa alegría, no tenían precio. Y daría lo que fuera para que siempre tuviera esas cosas presentes.

Las cartas de Dante © Donde viven las historias. Descúbrelo ahora