2: Recuerdos.

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Jazmín.

Novecientos treinta días pasaron desde que vi a Dante por última vez:

Dos años y cinco meses.

Desde entonces me obligué a continuar con la vida que llevaba antes de conocerlo -claro, con un grado más de madurez o... algo así-.

Llegó un punto en donde dejé de cuestionarme a mi misma la decisión que había tomado, porque al final lo hecho hecho estaba.

Terminé jodida, de nuevo con el corazón roto.

Pero esa vez fue por razones distintivas, no fue por falta de amor, sino por la excesividad del mismo.

No existía nadie más para mí corazón, pero el sexo había me recibió cuando el amor me dio la espalda.

No se trataba de querer olvidar a Dante -sería una estúpida si pensaba que podría hacer eso-, sino de por unos minutos perderme en algo que no fueran mis propios sentimientos.

Vaya, incluso para mí misma sonaba patético.

Escuchar sobre él era doloroso y maravilloso en partes iguales.

Dante estaba cumpliendo sus sueños, viviendo la vida de la cual siempre me habló de querer.

Podía decir lo mismo sobre mí, desde luego ser feliz se volvió complicado, pero recién acababa de terminar mis estudios universitarios y por más difícil que resultara me sentía bien algunas veces.

Esas eran cuando visitaba a Jorge y Javier, o quedaba con mamá en la cafetería de Nina, o cada mañana en la mesa del comedor reunida con María e Isaac.

Vivir juntos no era como pensaba, supuse que sería tranquilo y divertido todo el tiempo.

Ja, ¿en qué demonios pensaba?

Cada mañana el: "Melissa, son las nueve de la mañana, quita tu maldito musical" de Isaac era predecible, o la respuesta de María: "¿Qué te sucede? ¡Empezar el día escuchando un musical es lo recomendable!", terminando con mi cansada exclamación: "¡Si no cierran la jodida boca voy a volverme loca!".

Aunque terminábamos riéndonos y después de eso haciendo el desayuno -en realidad solo lo hacían ellos, yo me ocupaba de la limpieza-.

Salí de mi habitación, encontrándome con que María e Isaac aún dormían. En la cocina saqué la leche de la nevera y la verti sobre mi vaso.

Sentada en la silla de la mesa, tomé un sorbo y masajeé mis sienes.

El primer año pasó conmigo viendo las fotos junto a Dante en el celular, duraba horas en ello, terminando con lagrimas en los ojos.

Cada que podía le preguntaba a Francesco sobre Dante, qué estaba haciendo y sobretodo cómo estaba.

Pronto dejé de hacerlo, no porque no quisiera saberlo, sino porque cada vez me sentía más lejos de él. Más allá de las posibilidades de volver a estar juntos, y no hubo nada que me doliera más.

El segundo año fue en cierto punto distinto, seguía pensando en él, pero me había acostumbrado.

Un ruido me distrajo, haciéndome voltear para encontrarme con María saliendo de su habitación.

Su cabello era largo, casi rozándole la cintura, siendo de un color marrón uniforme. Por otra parte, su cuerpo ahora era más relleno, y de alguna manera le daba un aspecto saludable.

—Jazmín, es raro verte despierta tan temprano —dijo luego de saludar, poniendo a la cafetera funcionar.

—No podía dormir —confesé, bostezando—. ¿Y tú?

Las cartas de Dante © Tahanan ng mga kuwento. Tumuklas ngayon