55. Veinticinco

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Jazmín.

En la mañana había mantenido una conversación vía telefónica con mi jefa. No tenía expectativas altas en cuanto a su opinión, debido a que sabía que mi contrato pactaba un plazo de meses y debía haberlo cumplido. Podrán imaginar mi cara cuando me propuso trabajar desde casa, es decir, desde Madrid, y solo debía hacer viajes esporádicos hacia Alemania, que tomaría como si fueran vacaciones.

Me sentía extraña viendo lo bien que iba mi vida, porque sentía que antes era un desastre tras otro, y era como si esa calma después de la tormenta por fin llegara. Y joder, estaba tan agradecida. Estaba feliz, justo a donde pertenecía.

No había nada mejor que hacer lo que quisieras, y no tener ni una pizca de arrepentimiento en tu pecho. Pasar de un lugar dudoso a uno completamente seguro.

Mi madre me había abrazado cuando le dije que me quedaba porque, siendo honesta mi felicidad no estaba allá. Me dijo que estaba orgullosa, porque fui por lo feliz que ella siempre querría que fuera. Y eso ciertamente eso me quitó un peso enorme de encima. Saber que no la había defraudado -aunque había sospechado que así sería, no era lo mismo que ella lo confirmara-. Por otro lado, Javier no había dicho nada al respecto, nuestra conversación se resumió en esto:

—¿Es lo que quieres?

—Sí.

—Bien.

Sin embargo, un atisbo de sonrisa había aparecido en su cara, debido a que él sabía lo difícil que había sido para mí al estar lejos.

Jorge se encogió de hombros, levantando su pulgar hacia mi y diciéndome que me saliera de su habitación, según él lo desconcentrada de su juego. Sí, ya estaba en esa etapa.

Era viernes, y luego de haber tenido la noche de películas con mis hermanos, y haber sentido el pecho calientito mientras me acurrucaba en medio de los dos, y se quejaban porque no dejaba de darles besitos, y yo reía. Reí tanto que mi mandíbula dolió. Una vez salí de casa, luego de cenar con mamá y mis hermanos, me dirigí hacia el apartamento que compartía con Isaac y María.

Isaac recién estaba llegando de su fin de semana con Dorian en... No me dijo hacia dónde fueron. Y María estaba haciendo fotos para su tienda online al tiempo en que se estudiaba sus líneas para un nuevo papel que le ofrecieron.

—¿De qué canal es la serie, Melissa? —inquirió Isaac desde el sofá.

—Fox.

—¡¿Qué?! —espetamos al unísono.

Eso sonaba... ¿grande? No, mejor: Grandísimo.

—Sí, yo también estaba así cuando mi agente me llamó para darme la noticia. Es una serie corta, pero, por ahí pasaron Glee —dijo, curvando mucho los labios, demostrando su entusiasmo.

Me apresuré a abrazarla y luego se unió Isaac.

—Felicitaciones, Meli —susurró Isaac.

—¿Tan difícil es llamarme María? —replicó divertida.

—La gente con estilo llama a los demás como les viene en gana —masculló, separándose y guiñándonos un ojo.

Las cartas de Dante © Donde viven las historias. Descúbrelo ahora