35. Lo que pasa en las vegas, se queda en las vegas.

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Jazmín.

Las vegas.

Mi boca seguía abierta mientras agarraba mi equipaje en el aeropuerto y le daba una mirada a Dante del otro lado.

En la mañana del viernes Dante nos había dicho que nos iríamos de viaje, como regalo para María y Francesco, y que en el viaje podríamos realizar la despedida de los novios. La única condición que nos puso fue que no nos diría a dónde iríamos hasta que llegáramos a dicho lugar, tan solo nos dijo que lleváramos ropa de ciudad. Cuando habíamos organizado la despedida de nuestros amigos , él me dijo que se encargaría del lugar y yo insistí hasta que me dejó poner algo de dinero.

Pensé muchos lugares, no muy lejos de Madrid por supuesto, pero Las vegas, eso era otro nivel, uno de los más altos y aquí estábamos. ¡Joder! ¡Joder!

El hotel era enorme, sus pisos estaban cubiertos de alfombras y en la recepción se extendían algunos sofás y sillones. Nos dieron las llaves de nuestras habitaciones apenas llegamos y fuimos de inmediato hacia ellas.

La mía era enorme y tenía en el medio una cama incluso más enorme, podría decir que entraban cuatro personas. Las luces del cuatro eran amarillas, lo que le daba un aspecto intimo y lujoso, o al menos así lo veía yo. El baño tenía una tina y me dije a mi misma que antes de irnos debía usarla.

Me di una dicha rápida y salí para vestirme con un pantalón blanco junto con un top de estampado de leopardo y unos zapatos marrones. Salí agarrando mi cartera y me subí en el ascensor para alcanzar a María y a Alessia.

Iríamos al spa, de modo que no me molesté en maquillarme ni nada parecido. Las encontré a mitad del pasillo que daba hacia el spa y el sauna -nos habían dado un mapa, por lo que conocía las partes del hotel-. Nos saludamos brevemente, porque nos habíamos visto menos de una hora atrás y fuimos hacia donde nos esperaban.

—Estas trufas están deliciosas —dije, dejando que mi cabeza descansara del borde del jacuzzi en el que estábamos.

Apenas habíamos llegado al spa cuando ya nos estaban diciéndonos que nos tiraramos en las camillas y empezaron con los masajes. Nos trajeron comida, bebidas naturales y toallas.

María estaba riéndose a carcajadas por las burbujas que se creaban en el agua y Alessia movía sus pies dentro.

Llevábamos alrededor de veinte minutos aquí y no habíamos hecho más que hablar y hablar. Alessia a veces se quedaba en silencio durante unos segundos, tratando de entender nuestras palabras y luego se unía. Era divertido ver como fruncía el ceño y sonreía.

—¿Cómo se conocieron Francesco y tú?

María bebió de su copa y exhaló un suspiro soñador.

—Nos conocimos cuando fueron a un viaje. En ese tiempo yo estaba enamorada de alguien más y él no se enamoraba de nadie. Al principio me pareció horrible, claro que estaba bueno, pero no compensaba el hecho de que se acostara con alguien diferente cada día, así que por eso no lo tomé en serio. Dije: Es de esos chicos que creen que ser fuckboy los hace ver bien, cuando en realidad dan pena ajena —relató hilarante en la última parte—. Como yo estaba enamorada de otro, aunque Francesco me coqueteaba, nunca le seguí el juego. Después me di cuenta que no podía seguir detrás de alguien que no creía que era suficiente para él, así que me di la oportunidad con Fran y heme aquí, años después a punto de casarme con él. Supongo que las cosas salieron bien.

Las cartas de Dante © Donde viven las historias. Descúbrelo ahora