FINAL.

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Te cuento que pasé mi vida entera
Buscando lo que por fin he encontrado

Sé que con otras yo me he equivocado
Sé que he dado contra el mundo y he perdido la esperanza
Porque aunque llevo cargas del pasado
Cuando ella está a mi lado se equilibra la balanza
Y nada me cansa

No pienso dar ni un paso atrás
En el camino que me lleve hacia tus besos
No pienso en eso, se los confieso
Hoy me arriesgo a todo sin mirar atrás

Si tú te vas, ya volverás
Porque el destino sabe bien qué es lo correcto

Y no habrá pretextos de espacio ni tiempo

Solo formas nuevas de poder amar.

La correcta.
Morat, y Nabález
___

Cuatro años después.

Jazmín.

Era una locura lo rápido que pasaba el tiempo, ¿no? Y múltiples cosas podían pasar a la vez. Unas muy increíbles.

—¿Necesitas ayuda? —me preguntó Dante, señalando la maleta que arrastraba en el pavimento.

—Gracias, pero yo puedo sola —respondí, dándole un guiño.

Dante sonrió, sacudiendo la cabeza y avanzó hacia el sendero, llegando a su final para detenerse y girarse hacia donde estaba. Llegué hasta él, parándome a su lado y elevando la mirada al tiempo en que mi pecho se llenaba de un inmenso orgullo.

Frente a nosotros se levantaba la casa que ahora compartíamos y que yo misma me había encargado de diseñar durante dos años, poniendo todo de mí en cada trazo en los planos. Y era la perfecta definición de nuestro hogar.

Una casa con ventanas victorianas y puertas altas en forma de arco, un jardín con mucho espacio y repleto de paredes de arbustos y flores repartidas, de todos los tipos y colores. Me había imaginado cómo quedaría un sinfín de veces, y podía decir que la realidad superaba la expectativa, y joder, haber podido crear la casa perfecta para habitarla con mi persona perfecta, era una de las mejores cosas.

Dante me ofreció su mano, y nos acercamos a la cerradura de la puerta principal, la abrí con los dedos temblorosos y mis rodillas flaquearon en cuanto vimos el interior.

—Triple joder —mascullé, llevando las manos a mi boca en señal de asombro.

Dante se quedó mirando nuestro alrededor, como si de repente se hubiera quedado sin palabras.

Recordaba como si fuera ayer el momento en que me pidió que me mudara con él  -Sí, ya era como si lo hiciéramos, pero que lo pidiera lo hizo incluso mejor-. Estábamos en la cocina, preparando la cena cuando él me llamó:

—Jaz. Estuve pensando y...

—Me impresionas, no sabía que pudieras pensar —bromeé.

Dante sonrió, divertido.

—Muy graciosa —murmuró.

—Dime algo que no sepa, guapo —respondí, poniéndome de puntillas para darle un beso en la barbilla—. Ahora me pongo seria, ¿en qué pensaste?

—Si tú estás preparada para dar ese paso, me encantaría que viviéramos juntos.

Mi corazón latió sin frenos, y me quedé helada.

Las cartas de Dante © Where stories live. Discover now