16: Aclaraciones.

14.7K 1.4K 1.2K
  • Dedicado a D
                                    

Jazmín.

Horas antes.

Isaac tomó de su vaso, escuchando con atención lo que le decía.

—Voy a ir a su casa. Hablaré con Dorian, estoy segura de que me dirá algo —repuse, dando vueltas en la sala de estar.

El muy gracioso solo se carcajeó.

Le di una mirada severa, no estaba de animo para risas. Estaba al borde de sufrir un colapso y él solo se reía. Genial, ¿no? Simplemente genial -nótese el sarcasmo-.

—¿Hablar con Dorian? —quiso saber—. No sé si lo olvidaste, pero el bambino número dos no habla español.

—No lo olvidé, pero es lo único que se me ocurre. ¿Tienes una mejor idea?

No es como si pudiera ir al aeropuerto, comprar un pasaje de avión e irme a Italia. Podía sonar sencillo, pero no lo era. Primero, los boletos eran caros, y mi sueldo de empleada en periodo de prueba no era desbordante. Segundo, no tenía ni idea de dónde estaba Dante, y no era tan tonta para ir a un país que no conocía y perderme en el intento. En los libros o películas los protagonistas recibían una llamada tipo:

—Aló. Estamos en el hospital.

—Ok, ya voy en camino.

¿Cómo sabían exactamente a dónde ir sin que nadie se lo dijera? ¿Tenían un sentido de más que le daba conocimientos no aptos para nosotros los mortales? No lo sabía, lo que sí sabía era que eso en la vida real no pasaba.

—Eso pensé —farfullé ante el silencio.

—Me sigue pareciendo un plan de mierda, pero cuenta conmigo —dijo, poniéndose de pie.

Una de mis cosas favoritas sobre Isaac era justo eso, no importaba que tan estúpidas fueran tus ideas él siempre estaba en cada una de ellas.

Isaac condujo hacia la casa de Dante, y ese tiempo me sirvió para recostarme del respaldo del asiento, sumiendo en mis jodidos pensamientos.

El corazón no me latía con fuerza, como lo hacía siempre que se trataba de Dante, pues esta vez se trataba de su ida. Era más bien un estado desagradable, mi estómago rugiendo con miedo, terror del más puro.

Quería salir corriendo en busca de él, decirle que lo amaba.

Era jodido que solo te dieras cuenta de lo que tenías que hacer hasta que estabas a punto de perder de nuevo a esa persona.

Y lo cierto era que no quería perder a Dante, no otra vez. Mientras más pasaban los días y me maravillaba con esa sonrisa torcida y su increíble corazón,  me daba cuenta que fue Dante desde el principio, siempre fue él y siempre lo sería. Si terminábamos juntos o no influía en que era el dueño de mi corazón. Pero por más egoísta que sonara quería luchar por lo que en el pasado fue lo nuestro. Eso tan bonito, a lo que tanto me costó abrirle la puerta y que ahora no quería que saliera.

—Sea lo que sea debe tener una explicación, duende. Dante no se iría sin una —afirmó Isaac, con la vista fija en la carretera oscura.

Había pasado un día entero desde que Francesco me había dicho sobre la vuelta a Italia de Dante.

El trabajo me mantuvo ocupada, entre preparar mi propuesta, recoger a Jorge y hacer las compras de la despensa -era mi turno y si no lo hacía tendríamos que comer solo de las papas de Isaac, si es que él quería compartirlas-.

Las cartas de Dante © Donde viven las historias. Descúbrelo ahora