Capítulo 12.

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Rodando en America.

09 de noviembre del 2018.

Una semana, una semana luego de haber tenido esa extraña y excitante cita con Keelan que solo ha logrado confundirla mucho más y que por ello ha preferido mantenerse distanciada de él mientras intenta aclarar sus pensamientos y emociones.

Aquella noche en la que Keelan la acarició, besó y tocó su cuerpo se repite una y otra vez en su mente torturándola en todo momento. Los tormentosos recuerdos la han cegado al punto de que hace tres días, el martes, mientras se encontraba sentada en su escritorio comenzó a recordar la noche en el hotel Fasthhotel Linate cuando Keelan probó cada parte de ella, y sin poder evitarlo se excitó tanto que tuvo que encerrarse en el baño a masturbarse hasta saciar su deseo recordando los labios de Keelan succionando sus pezones que son atravesados por el oro de 14 quilates de los piercing's.

Justo en estos momentos se encuentra desayunando con sus padres mientras aprieta los muslos por debajo de la mesa al volver a pensar en aquello. De repente, los ojos azules de Samael se posan en ella a penas pone un pie en el comedor haciéndola sentir enojada en lugar confundida como se encontraba hace algunos segundos.

—Buenos días —Saluda el rubio. La castaña prefiere no esperar a que sus padres respondan el saludo y se levanta para salir del comedor.

—¿Hija, no desayunarás? —Pregunta el señor Mateo señalando su plato que se mantiene intacto.

—No, papi, con Keelan tenemos una reunión en unos terrenos que desea comprar y debo ir a la oficina antes de encontrarnos, permiso —Sale del comedor yendo escaleras arriba.

—¿Se puede saber que sucede entre tu hermana y tú? —Pregunta la señora Clarissa viendo a su hijo peinar su cabello hacia atrás con sus dedos mientras cierra los ojos en un intento de calmarse.

—No lo sé, pero lo averiguaré —Responde saliendo del comedor y trazando el mismo camino que su hermana recorrió hace algunos segundos. Ingresa en la habitación sin avisar encontrándose a su hermana recogiendo algunas de sus pertenencias y metiéndolas en su bolso. —¿Hasta cuando? —Pregunta atrayendo su atención aunque está inmediatamente decide ignorarlo. —Bárbara, debemos hablar, nuestros padres ya notan que...

—No, no vamos a volver a hablar porque de esta forma fue que me lastimaste... —Se acerca a él viéndolo con ojos desafiantes. —Hablando contigo fue la forma en la que me llevaste a un abismo, al abismo entre la vida y la muerte. ¡Me dañaste, Sam, me arruinaste a pesar de ser mi hermano! —Habla con furia.

—¡Por Dios, deja de pretender ser una santa! —Grita Sam viéndola con el sentimiento reflejado en sus ojos azules al igual que en los castaños de su hermana menor.

—No soy una santa, pero al menos no voy por ahí hiriendo a los que quiero...

—Cometí errores al igual que tú...

—¿Yo? —Lo mira con incredibilidad. —Mi único error fue no hablar con nuestros padres en el momento adecuado, mi único error fue ser tu cómplice y meterme en tu mundo —La poca paciencia que le quedaba se va por un caño. —¡Mi único error fue ser hermana de un idiota que lo hizo todo por el culo de una puta sin importarle pasarle por encima a quien sea! ¡Sin importarle que su hermana sufriera! —Grita sintiendo como sus ojos se inundan, pero inmediatamente pestañea no queriendo llorar frente a él. —No tengo nada que hablar contigo porque cuando lo hice termine con sustancias en mi sangre y las manos sucias de un depravado en mi cuerpo... —Los ojos de ambos se rompen al recordar aquel día.

—¿Barbie, donde estabas? —Pregunta Sam viendo a su hermana menor bajar las escaleras de la mansión familiar. Los escasos rayos de la luna que se cuelan por la ventana le dificulta ver su rostro a la distancia. —¿Por qué llevas la ropa rasgada? —Pregunta cuando esta se acerca y la luz lunar es suficiente para observar como el vestido de lentejuelas se encuentra rasgado mostrando sus piernas, cintura y espalda. La castaña se acerca aún más permitiéndole ver como el rímel se ha corrido y secado en sus mejillas mientras algunos moretones adornan su cuerpo. —Barbie, me estás preocupando —Se acerca dando pasos inseguros pues aún se sigue sintiendo mareado por la línea de cocaína que esnifó hace menos de dos horas. —¿Qué pasó? —Pregunta tomando sus mejillas en sus manos.

En las Garras de la PasiónWhere stories live. Discover now