Capítulo 17.

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¡SORPRESA!

22 de noviembre del 2018.

—¡Último día trabajando para ti! —Chilla la castaña ingresando en el despacho de su jefe encontrándolo con la cabeza metida entre el documento que hace poco ella digitó para la compra de maquinaria de construcción que se utilizará en el nuevo proyecto del señor que se trata de nada más y nada menos que una cadena hotelera que sin duda tendrá mucho éxito.

—No creí ser tan mal jefe —Bromea dejando el documento sobre el escritorio y haciéndole una señal para que se acerque.

—No fuiste tan malo, pero podías ser un verdadero dolor de cabeza cuando te lo proponías —Bromea sentándose en su regazo.

—Lo siento —Sonríe genuinamente pues durante las últimas semanas Bárbara se ha mostrado de una forma diferente. Es más receptiva y de cierta forma, cariñosa. —¿No hay forma de convencerte para que te quedes? —Pregunta oliendo su cabello que ese día huele a él pues la noche anterior durmieron en su departamento y en la mañana Barbie lavó su cabello con su champú.

—Por si no te has dado cuenta, mi lugar nunca sería tras un puesto de secretaria, yo debo ser la jefa —Responde con altanería.

—Toda una Rockefeller —Bromea. —¿Y celebrarás que dejaras de trabajar para este ogro?

—Tal vez —Continua la broma. —Y aunque mi lugar como secretaria será reemplazado espero que mi lugar en tu regazo no...

—Tampoco en mi corazón —Confiesa. Sí, tal vez sea algo rápido, pero no puede evitar sentir cariño por ella. Es una mujer totalmente diferente a la que solían llamarle la atención, es rebelde, libertina, escandalosa, no teme ser escuchada y adora el poder. Una mujer así no se encuentra en todos lados y él lo sabe perfectamente.

—Es.. es bueno saberlo —Tartamudea un poco sin saber que más decir. —Si me disculpas debo volver a mi puesto de trabajo, debo dejar todo listo para Anne —Se levanta de su regazo sintiendo como el calor se hace presente en sus mejillas provocando una gran sonrisa en el castaño.

—Claro, adelante —Le guiña un ojo y toma el documento nuevamente.

(...)

—Buenos días, ¿se encuentra el señor Keelan? —Pregunta una señora de ojos amarillos como el mismo oro a juego con la larga melena que llega a la mitad de su espalda. Su cuerpo, delgado y grácil, cubierto con las telas más delicadas y hermosas de color turquesa. ¡Por Dios! Aquella mujer podría ser una misma diosa y por el notable acento al hablar se percata de que es griega. No es que tenga mucha experiencia, pero el migrante a algunos metros de ella tiene el mismo acento marcado.

—Sí, el señor se encuentra.

—Necesito hablar con él.

—¿Tiene cita? —Pregunta tratando de escucharse lo más profesional posible.

—No, pero te aseguro que tan pronto sepa que estoy aquí me permitirá pasar.

—¿Ah sí? ¿Y como debo anunciarla? —Pregunta elevando una de sus tupidas cejas castañas mientras una sonrisa poco amable se instala en su rostro. No es que la señora le caiga mal, pero el poder que asegura tener sobre Keelan no le agrada.

—Como su esposa estaría bien —Responde con una sonrisa borrando la de la castaña. —¿Dónde está Anne? La última vez que estuve aquí ella ocupaba este lugar...

—Se nota que no ha estado aquí hace mucho tiempo... —Bufa sin comprender si se refiere al edificio o a los brazos que la noche anterior calentaron su cuerpo. —La señorita Anne fue reasignada, temporalmente, a otro departamento —Explica mientras la de ojos mieles se mueve hacia la puerta aunque antes de tomar el pomo de esta, la castaña se interpone. —Me disculpa, señora Dimou, pero no puede pasar sin antes ser anunciada.

En las Garras de la PasiónWhere stories live. Discover now