Capítulo 02

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Dolores es capaz de escuchar hasta la caída de un alfiler. Podrás pensar que eso puede ser algo bastante genial, escuchar hasta el más mínimo sonido parece ser un regalo fabuloso.

No es un regalo genial en absoluto.

A los cinco años, justo al tocar el pomo de esa puerta su mundo dio un vuelco. Ella en un segundo escuchaba lo que la mayoría de la gente normal hacia, al otro segundo ella podía escucharlo todo, cada mínimo sonido golpeando en su audición. Recuerda el dolor por la repentina oleada abrupta de sonidos que sus oídos captaron. Recuerda la sensación del líquido viscoso saliendo de sus oídos mientras mantenía sus manos presionadas sobre ellos. Recuerda haber caído de rodillas y escuchar su propio grito amplificado por mil.

Fue un proceso agotador y un poco largo, pero pronto logró habituarse (lo mejor que podía hacerlo), a centrar su audición a cosas, personas, ha usar sonidos clave (sonidos específicos en los que concentrarse) para que su audición solo fuera a ellos y no abrumarse.

Puede oírlo todo, a veces puede con eso, otras veces no tanto, pero lo logra.

Una parte de ella le parece bien su don y otra parte de ella lo odia con todo su corazón.

Dolores escucha muchas cosas, secretos, confesiones, puede saber exactamente qué harás mañana o lo que no harás.

Su abuela usualmente la mantiene no solo vigilante a cualquier cosa rara que pudiera ocurrir, también a atender a las solicitudes del pueblo, así que estará compartiendo información con quién lo "necesite", confesando lo que otra persona piense de ti... Honestamente, Dolores lo detesta, pero si eso ayuda a la familia, entonces está feliz de ayudar a la familia.

Ella ama a su familia, como todos los demás, hace todo lo posible por ser de utilidad, las enseñanzas de su abuela están taladradas en su cabeza, así que trabaja, hace lo que le piden con tal de complacerla, no puede evitarlo, si ella no es útil para el Encanto, si no es reconocida por su abuela, ¿entonces que podría quedarle? Todo eso la golpea, contrariamente a ese pensamiento, también siente que odia la poca libertad que posee, de vez en cuando la voz profunda en su cabeza la cuestiona, "¿por qué debería intentar complacer a su abuela?" "¿Por qué ellos desde los cinco años deben ayudar sin descanso al pueblo?" "¿Por qué ella debe tolerar escuchar las cosas que hablan de ella o de su familia?". Luego su misma consciencia le responde de vuelta: "Todo es por la familia", y esos pensamientos simplemente se detienen y continúa su rutina.

Dolores ama a su familia, ella los protegería y buscaría lo mejor para ellos, tiene solo once años, en cinco meses cumplirá los doce, así que ella es junto a Isabela, la mayor de los nietos.

Por el mismo hecho de que ama su familia, es que no podía quedarse callada con respecto a lo que Abuela le había dicho a la tía Julieta.

Mirabel era un montón de risas radiantes que eclipsaban al sol, Dolores amó a su prima desde el momento en que nació, ella era una niña muy calmada de bebé, sus balbuceos eran suaves y solo lloraba cuando necesitaba urgentemente una de las necesidades básicas de un bebé, Camilo era igual en ese sentido, claro, hasta que cumplió un año y se volvió el terror andante de la Casita, arrastrando a Mirabel en sus travesuras, haciendo un poco más traviesa a la niña. 

Dolores amaba a su prima, aún si era pequeña, ella entendió de inmediato que los ruidos muy fuertes podrían lastimarla (al menos esa es la explicación que les dio su mami a Mirabel y a Camilo cuando un día gritaron cerca de ella y se cubrió los oídos con las manos con fuerza, no abrumes a los bebés con conceptos que no pueden comprender), así que cuando Dolores estaba con ellos jugando o el tío Bruno les contaba cuentos, ambos niños bajaban el volumen de sus voces, continuaban riéndose, hablando y jugando, pero no gritaban tanto como la mayoría de los niños lo hacían, y Dolores los amaba por eso.

Arde, mi bella estrellaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora