Capítulo 09

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Mirabel tiene cinco años, y su vida cambió, ya no era como la conocía, perdió a su familia.

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Mirabel no entiende que fue lo que hizo mal, ¿fue su puerta? ¿fue por qué no recibió un don? Ella no puede conseguir una respuesta que la deje satisfecha, pero está bien, porque no importa si su ma— no, la señora Julieta... No importa si ya no habla con ella o si deja de ser su mamá. Bueno, duele mucho, pero ella es una niña grande, así que ya no va a llorar por eso, la abuela dijo, y si la abuela lo dice se hace, así que ella ya no tiene a mamá, ni a papá, ni a Isa ni Lulu. Ella está solita.

—Mirabel, nubarronita —sus ojos marrones se encuentran con los de su tía, quien está en la guardería con ella, acomodando la ropa de vuelta a los cajones —¿Sucede algo? Has estado muy callada —Mirabel puede ver la angustia en los ojos de su tía, y se siente un poco mal, le está causando problemas.

Niega con la cabeza, solo para después seguir acomodando sus juguetes en el baúl al lado de su cama. Mirabel ha llorado mucho los últimos días así que ya no lo hará para no molestar a nadie más. Ella no es tonta, ella sabe que tía Pepa ha dejado de hablarle a la abuela y a Julieta, a casi todos de hecho, y Mirabel sabe que es por su culpa, quizás fue egoísta al llorar con su tía y decir que estaba enojada porque sus papás ya no la querrían, sus tíos y primos se enojaron con los demás, ¿ella estaba separando a la familia?

Mirabel sintió que sus ojos se llenaron de lágrimas y resopló molesta, no quería llorar, no era una bebé. Repentinamente la levantaron del suelo y antes de poder saber que pasaba, Mirabel ya estaba en los brazos de su tía, encontrándose con la familiar mirada de la mujer.

—Sabes que te amo mucho, ¿verdad? —le preguntó su tía, había tristeza en su tono (y la nube gris sobre sus cabezas decía mucho). Mirabel asintió, haciendo un puchero mientras aguantaba las ganas de llorar —. Recuerda que puedes decirme lo que sea, eso fue lo que dijimos hace dos días, ¿no? —Pepa besó su mejilla, y Mirabel pudo oler su familiar perfume que la relajó, calmando esa sensación incómoda en su estómago que la molestaba.

—¿Estoy lastimando a la familia? —preguntó con voz pequeña, tenía miedo de hacer enojar a su tía y que la dejara, que se fuera solo porque hizo una pregunta equivocada... Porque hizo algo equivocado.

Su tía Pepa abrió sus ojos enormemente, la nube sobre su cabeza tronó, haciéndola temblar ¡Había sido una tontería preguntar! ¡La tía Pepa también se iría! ¡Ella estaría más solita! ¡¿Por qué preguntó lo que había en su mente?!

—Nunca —la voz de su tía paró en seco su pánico, su visión borrosa por las lágrimas apenas pudieron enfocar el rostro de su tía, quien la veía con angustia —. No estás lastimando esta familia —su tía se escuchaba tan segura, que Mirabel aceptó sus palabras, porque su tía Pepa jamás miente —. Mi nubarronita, ¿por qué has pensado eso? —le preguntó con suavidad.

Mirabel sintió las gotitas de lluvia caer, pero no le importó, ya estaba acostumbrada a ellas —. Ya no hablas con abuela y Julieta —susurró, sus manos pronto tomaron los volantes del vestido de su tía, aquellos que decoraban su cuello, y jugó con ellos nerviosamente.

—Mi amor, lo que hizo tu abuela me hizo enojar, si hay una razón por la que no hablamos con ellos, es por que sus decisiones van en contra de lo que tu tío, tus primos y yo defendemos —le explicó la tía Pepa con paciencia, sentándose en la cama y acomodándola en sus piernas, la nube dejó de soltar gotitas de lluvia.

—Pero dijo que era por el Encanto —murmuró ella, aún preocupada por hacer enojar a su tía.

Pepa suspiró —. No significa que eso esté bien —su tía le sonrió con tristeza, dejando otro beso en su mejilla —. Tampoco estuvo bien que Julieta y el resto aceptara esto tan fácil —los labios de su tía formaron una mueca —. El punto es, mi nubarronita, que tú no estás lastimando a esta familia, jamás podría ser tu culpa lo que pase entre los adultos, ¿entendido? —Mirabel asintió, aceptando las palabras de su tía, después de todo, la tía Pepa nunca mentía —. Bien, ahora, sé que hoy has acordado ir a la plaza con Dolores y Camilo, entonces, ¿qué tal si te llevo con ellos y después terminamos aquí? —le preguntó con una sonrisa, la nube se marchó. La tía Pepa limpió sus ojitos debajo de sus anteojos, ella no pudo evitar reírse cuando su tía tomó su rostro entre sus manos y besó su nariz —¡Mi nubarronita hermosa! —arrulló, dejándola que saltara fuera de su regazo. Como siempre fue familiar, su tía y ella salieron de la guardería tomadas de la mano, Casita agitando sus baldosas con emoción, Mirabel sabía que Casita habia estado triste por ella, y que ahora estaba feliz porque ella ya estaba feliz.

Arde, mi bella estrellaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora