Capítulo 20

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~Septiembre~

Mirabel dejó de lado su proyecto actual, empujando la suave manta doblada con delicadeza sobre su escritorio de trabajo y sin guardar todo su material de costura, claramente estaba retomando su trabajo después de ir con su mamá al mercado.

—Oye, Casita, ¡terminé la manta para Rosita! —dijo con alegría, obteniendo un movimiento alegre del piso —¡Sí! Se lo entregaré a la tía Susan hoy, mamá y yo pasaremos después de comprar las frutas —le informó, tomando la manta rosa doblada en la esquina de su cama, solo para también tomar su morral y guardar cuidadosamente su trabajo en el.

Tres toques sonaron en su puerta, y Mirabel de inmediato se dirigió a abrirla, encontrándose con su mamá.

Pepa le mostró una brillante sonrisa —¿Hoy vas de rojo, cariño? —le pregunta mientras va hacia el pasillo, Mirabel sale de su habitación y cierra la puerta, caminando de inmediato al lado de su mamá.

—¡Hoy voy como mi hermana! —exclamó feliz, tomando la falda de su vestido y haciendo movimientos circulares mientras aceleraba el paso y se paseaba frente a su madre —. Yo le hice cada bordado con hilos amarillos —le mostró una sonrisa de dientes a su mamá, quien emitió una suave risa mientras un pequeño arcoiris se iluminaba sobre su cabeza.

—Aunque puedo notar que ese vestido me es muy familiar —cantó su mami con emoción mientras se dirigían a la escalera —. Ve por donde vas al bajar, nubarronita —le pidió, así que Mirabel giró sobre sus pies para volver a mirar hacia el frente, teniendo cuidado al bajar las escaleras y esperar a su mamá en el comienzo de ellas para bajar juntas. Mirabel podía pedirle a casita que hiciera un tobogan para bajar más rápido, pero eso sería peligroso para su mamá y el bebé, así que con calma toma la mano de Pepa y bajan juntas.

—Es porque es igual a tu vestido, mamá, sólo que de color rojo —dice Mirabel, respondiendo al comentario anterior que había hecho su mamá mientras llegan al último escalón. Pepa tararea felizmente, dándole un suave apretón de dedos y sin tener intención de soltar su mano cuando se dirigen a salir de Casita, quien amablemente abre las puertas para dejarlas ir. Los niños de la edad de Mirabel suelen ser... Pesados cuando sus madres les toman la mano, dicen que se ven infantiles y tontos, pero si le preguntas a Mirabel, ella te dirá que le gusta demasiado ir de la mano de su mamá y que esos niños son tontos. Su hermano y ella siempre toman las manos de sus papis, y ellos nunca se molestan por eso, lo mismo es con Dolores, quien solo arrulla, diciéndoles que son tiernos, pero nunca suelta sus manos.

Mirabel observa el rostro de su mami, quien mantiene la atención puesta en su camino, la niña sonríe, ella es feliz en momentos como estos con su mamá, es como tomar un poco de aire fresco después de llorar por mucho tiempo. Resulta fácil estar cerca de Pepa, no importa si hay lluvia, nieve o granizo, porque son como besos y abrazos, es como si el clima de su mamá fuera una reconfortante manta que la protege, y estaría en ella por siempre.

—Necesito conseguir calzado nuevo y ver cómo va la cuna de tu hermanito, ¿hay algo que quieras hacer también, nubarronita? —le pregunta su madre con una sonrisa mientras sus ojos con destellos verdosos se vuelven a mirarla.

Mirabel asiente —¡Vamos con tía Susan! ¡He terminado la manta para Rosita! —dice con una gran sonrisa, emocionada por entregar el regalo a la bebé de un mes.

—¿Conseguimos más material de costura, nubarronita? —le pregunta su madre mientras vuelve la mirada hacia el frente, Mirabel pone atención y cae en la cuenta de que han entrado al pueblo y se dirigen al centro comercial.

—Mmm —tarareó Mirabel, frunciendo el ceño, pensando en ello. Después de un minuto, mientras se acercaban a la zapatería del señor Claudio, ella suspiró —. No sé, mami, no recuerdo cuanto material tengo —admite, haciendo un pequeño puchero mientras sus mejillas se coloreaban.

Arde, mi bella estrellaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora