Capítulo 04

2.1K 176 68
                                    

Pepa suspiró temblorosamente, con cuidado pasó su mano por los rizos de Mirabel, quien estaba pegada a su costado en la cama de Dolores, con Camilo en su otro costado y Félix al lado de él, mientras que Dolores estaba al lado de Mira.

Después de la cena, Dolores había atrapado rápidamente a Mirabel en sus brazos y la llevó de vuelta a su habitación, con Camilo aferrado a la falda de su hermana en todo el camino hasta que entraron a la habitación y se acostaron en la cama.

Pepa y Félix encontraron a Mirabel escondida en el costado de Dolores mientras sollozaba muy bajo, con Camilo abrazándola por la espalda, llorando en silencio junto a ella. Pronto, todos ellos terminaron en un arreglo en el que estaban los cinco acostados en la cama. Mirabel respiraba uniformemente, haciendo notar a Pepa que la niña se había quedado dormida al igual que Camilo, escondido en el costado de su padre. Dolores cabeceaba un poco, su mano estaba en el brazo de Mirabel, dando suaves palmaditas como si la arrullara.

—Dolores —susurró con suavidad Pepa, obteniendo la atención de su hija —. Gracias, mi cielo, eres una grandiosa hija —su niña se sonrojó, soltando su característico chillido para después asentir. Pepa no pudo evitar sonreír al escuchar la suave risa de su esposo —. Puedes cerrar tus ojos, cariño, todos estaremos aquí cuando despiertes —le dice suavemente. Su hija sonríe, solo para después hundir su cara en la almohada, cayendo de inmediato en un placentero sueño.

Pepa gira su cabeza a su esposo, él le dedica una sonrisa al encontrarse con sus ojos.

—Fue un largo día para todos, podríamos dormir con ellos, ya sabes —le susurra Félix con su característica sonrisa que siempre la hace ceder a sus ideas. Pepa pone los ojos en blanco juguetonamente, solo para después acomodarse mejor y concentrar su mirada en el techo.

Ojalá mañana pudieran ir las cosas mejor.

~~~~~

Pepa se encontraba ingresando a la habitación de su hermana, quien hacia solo dos horas había estado en labor de parto. Estaba preocupada y asustada, con una nube gris sobre su cabeza todo el tiempo, no se suponía que Julieta tuviera su bebé aún, le faltaba un mes y medio, los constantes "¿y sí...?" No ayudaban a la mujer en absoluto, pero si todo salía bien, entonces Camilo y Mirabel solo estarían separados por un mes de diferencia, ellos crecerían juntos casi como mellizos, y a Pepa le emocionaba esa perspectiva.

—¿Pepi? —la pelirroja miró enseguida a su hermana, lucía demasiado pálida y cansada mientras sostenía un pequeño bulto en sus brazos. Agustín se había llevado a las niñas a sus habitaciones después de que vieron antes que nadie a su hermanita, y en el camino su cuñado le había dicho que podía entrar a ver a su hermana.

—Hey, Juli, ¿están bien? —le preguntó con total preocupación, acercándose a la cama.

Julieta le sonrió con cansancio —. Si, lo estamos —los ojos de su hermana bajaron al pequeño bulto escondido en la manta azul —. Ella está perfecta —susurró. Pepa abrió su boca, intentó articular cualquier palabra, pero la emoción de saber de que era una niña disipó cualquier nube sobre su cabeza, volviendo sus ojos de inmediato a la pequeña cosita —¿Quieres tomarla? —le preguntó.

Pepa ni siquiera tuvo oportunidad de responder cuando en automático estaba extendiendo sus brazos hacia Julieta, tomando al bebé que le entregaba. La pequeña criatura arrullo, removiéndose contra su pecho para acomodar su diminuta cabeza en el calor de su pecho. La pelirroja no pudo evitar derretirse con cariño como siempre lo hacia e hizo con sus hijos.

—Hola, cariño, soy tu tía Pepa —arrulló con cariño, besando la frente de la frágil bebé.

—Mirabel —escucha a su hermana, su mirada se dirige de inmediato a Juli, quien le sonríe con cariño —. Su nombre será Mirabel, un pequeño milagro —Pepa sonríe, volviendo la mirada al bebé.

Arde, mi bella estrellaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora