Capítulo 08

2K 203 92
                                    

Félix reconoce que su actitud puede ser de lo más despreocupada, catalogándose a si mismo como un hombre normalmente alegre que puede mantener un equilibrio ante las situaciones preocupantes o de estrés. Creció con una familia amorosa, un padre alentador y paciente, una madre constantemente alegre, llena de energía y amor, a Félix siempre le gustó el hecho de que había sacado lo mejor de sus dos padres. Pero también este lado de él que no se doblegará tan fácil si se trata de aquellos que ama, bajo esa actitud alegre también hay acero, si cruzas sus límites, si perjudicas a alguien que ama Félix ciertamente no lo dejará pasar, él no pone a discusión las cosas, siempre buscará lo mejor para aquellos que les importa.

Conocer a Pepa fue lo mejor que le sucedió, ella era diferente a los demás, fuera de poseer magia, ella era sol y tormenta al mismo tiempo, llena de energía mientras llevaba de la mano a su hermano, ambos hermanos inventando escenarios cuando eran niños y entraron a la adolescencia. Ama el recuerdo de como se acercó a ellos, de como se hizo amigo de ella en un día de lluvia sobre ella cuando estaba llorando por un grupo de flores que habían arrancado de su sitio y a las cuales había tomado como suyas. Los días de aventuras a los 11 años, lo fácil que era hacerla sonreír. Julieta no pasaba tanto tiempo escabulléndose como lo hacían Bruno y Pepa, así que las veces que se unió a los juegos de los hermanos Madrigal, siempre sería con ellos dos. Y de pronto, esa amistad con ella floreció a un enamoramiento, él siempre estaría fascinado de ella, de su forma de gritarle a los chicos que molestaban a Bruno, amenazándolos con un rayo, golpeándolos incluso a puño limpio, aunque eso más tarde la metiera en problemas con su madre... Pepa era perfecta, cayendo rendido a ella cuando le dio una paliza a un chico que la insultó, su primer instinto fue darle una paliza al chico por su boca suelta, pero Pepa reaccionó de inmediato, defendiéndose a si misma solo para mirar al chico con una mirada de suficiencia que lo dejó en la palma de la mano de ella. Pepa se volvió la mujer que quería amar por el resto de sus días, así que, siendo animado por el propio Bruno, él comenzó a cortejarla hasta llegar a donde están hoy.

Es muy diferente lo que puedes ver de la gran familia Madrigal desde el exterior a lo que es cuando entras a las paredes de su hogar. Félix ha sido un observador nato toda su vida, logrando visualizar los pequeños detalles, así que, cuando entró a la familia, de inmediato se dio cuenta de la dinámica, de las prioridades que Alma ha tenido desde que el milagro les fue concedido, y si bien, aceptó el pensamiento de la mujer y lo respeto... Una parte en el fondo, había algo que no estaba bien en todo esto.

Julieta casi tenía su vida en la cocina, Pepa jugaba con sus estados de ánimo constantemente para mantenerlos en control o ayudar con las cosechas, y Bruno, bueno, sus visiones le crearon una reputación que en su opinión no merecía (si, quizás se casó en un huracán debido a lo que le dijo a su esposa, pero eso solo hizo su boda algo único). Cuando se convirtió en un Madrigal de ley y vivía dentro de aquella Casita mágica, pudo darse cuenta de toda la dinámica, pero debía respetarla, después de todo, él era el que llegaba. Ni él ni Agustín (quien conoció a los 20 años cuando estuvo cortejando a Julieta) tenía un problema con eso, ya que sus esposas aseguraban que eso estaba bien cuando el tema se tocaba, que a ellas les encantaba ayudar a la comunidad.

Luego vino Dolores, y sintió un pequeño resentimiento hacia la magia cuando su querida hija lloró por el dolor en sus oídos, los cuáles sangraron mientras ella desesperadamente se los cubría con las manos en un intento de amortiguar todo lo que escuchaba. La habitación insonorizada y las arepas de Julieta ayudaron mucho, pero su hija tuvo que entrenar su audición para adaptarla y que no saliera herida. Tuvo un pequeño disgusto con Alma, ya que llevó a su hija a tomar un rol en la comunidad, justo como con Isabela, pero de nuevo, está era una dinámica de la familia Madrigal y de la matriarca misma, así que debía respetarlo. Pero eso no significaba que Félix dejara a su hija tan fácil, sacándola de las situaciones cuando todo comenzara a volverse abrumador, la excusaría con Alma y se llevaría a su hija a descansar. Dolores insistió mucho en que ella quería ser útil para la comunidad, que ella podría manejarlo y que no necesitaba que él se mantuviera a su lado la mayor parte del tiempo como lo hizo cuando se estaba adaptando a su don, y Félix se lo concedió, porque respetaría las decisiones de su hija (aún si una voz muy en el fondo de su mente le susurraba con resentimiento que Alma había inculcado en su sobrina y su hija el deber con la comunidad cuando eran solo unas niñas).

Arde, mi bella estrellaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora