Capítulo 07

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N/A: El primero en comentar en este cap le dedico el próximo capítulo >:) 

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Lograron llegar a un momento de calma que logró llevarlos a finalmente a comenzar a hablar de lo que harían a continuación.

Pepa acarició con ternura una vez más el rostro de Mirabel, solo para después bajarla al suelo frente a ella.

—Bien, niños, ¿qué les parece si se preparan mientras traigo el desayuno y comemos en la habitación? —les preguntó la pelirroja con una sonrisa, dando un aplauso para capturar la atención de ellos.

—¡Desayuno en cama! —chillaron ambos niños en voz baja, Dolores solo asintió con alegría mientras se cubría los oídos con las manos, anticipando el pequeño grito que el par daría.

—¡Te ayudaré, mi vida! —tarareo Félix, envolviendo sus brazos alrededor de ella y besando su mejilla, haciéndola reír.

Dolores suspiró ensoñadoramente, Mirabel se cubrió el rostro con sus manos, pero separó sus dedos para ver entre ellos a la pareja, Camilo solo arrugó la cara con disgusto por la demostración melosa de afecto, solo para después reírse a la vez que se levantaba del regazo de su hermana mayor para dirigirse a Mirabel.

—¿Dolores? ¿Me ayudas con tus hermanos? —le pregunta Pepa a su hija mayor, sonriéndole con dulzura.

—Claro, mami —afirmó la oyente con una sonrisa, poniéndose de pie —. Prepararé a Milo y a Bel —aseguró la morena, acercándose a los niños.

—Eso haremos entonces —dijo Pepa con una sonrisa tranquila. Dolores tomó eso como una señal, así que tomó a ambos niños de las manos y los tres caminaron hacia la puerta, claramente iban a dirigirse al cuarto de Camilo, antes de salir, Dolores tomó la muda de ropa que Pepa trajo para Mirabel mientras la niña agarraba la falda de la mayor cuando soltó su mano.

Pepa observó con cariño como su hija se llevaba a los pequeños fuera de la habitación, dejándola en el silencio del lugar junto a su esposo. Sintió la caricia de un pulgar en su cadera, llevándola a mirar hacia Félix, quien le sonrió con cariño, juntando su frente a la de ella, y por supuesto que ella se derritió contra él, logrando que la ansiedad se disipara como la nube gris sobre su cabeza.

No tardaron ni un segundo en separarse para salir del cuarto de su hija mayor e irse a la cocina tomados de la mano, si algo amaba de su matrimonio con Félix, es que se comportarían siempre como aquellos jóvenes enamorados que alguna vez fueron, perdiéndose en su pequeño mundo mientras él coqueteaba con ella como si fuera la primera vez, disipando cada mal pensamiento o ansiedad que pudiera venir.

Pronto llegaron a la cocina, y Pepa luchó mucho para que no apareciera una nube gris sobre su cabeza al encontrarse con Julieta, quien parecía estar terminando de preparar lo último del desayuno. Notó la casi invisible hinchazón en los ojos de su hermana, las esquinas un poco rojas, indicándole que había estado llorando. Pepa hizo una pequeña mueca, es su hermana, jamás le gustó cuando uno de sus hermanos lloró, pero también, esto fue lo que Julieta trajo a su vida, solo Julieta era responsable de las decisiones que hacia, así que debía vivir con lo que le hizo a Mirabel. Muy en el fondo estaba resentida con su hermana, y seguramente lo estaría por mucho tiempo, después de todo, Julieta priorizó lo que su madre quería y no a su propia hija... Pepa no podía perdonar eso.

—Solo venimos por nuestros desayunos —le dice Pepa con seriedad, la nube de su cabeza tronando mientras con Félix se acerca al mostrador, él enseguida le entrega un par de bandejas para poder acomodar la comida. La pelirroja no se molesta en mirar a Julieta mientras acomoda los platillos preparados —. Desayunaremos con los niños en la habitación y nos tomaremos el día libre —era un aviso, tampoco es como si tuviera la intención de discutir eso con Julieta, después de todo, eran los niños de Pepa y Félix.

Arde, mi bella estrellaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora