Capítulo 24

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Música de este capítulo:

La familia Madrigal, una versión un poco modificada y acortada.

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Mirabel dio varios pasos hacia atrás, observando cuidadosamente los dos conjuntos en los maniquíes frente a ella, buscando cualquier detalle que se le pudiera haber pasado, solo para al final sonreír satisfecha.

—Bien —susurró triunfante, dando la vuelta sobre sus talones para girarse a su mesa de trabajo, donde dejó los materiales que estuvo utilizando, solo para después suspirar y dirigir su mirada a la ventana abierta de su habitación, contemplando como los primeros rayos del sol comenzaban a salir finalmente —. Ahora, que empiece el día —dijo con emoción, volviendo la mirada a su cama, donde Annie y Antonio estaban acurrucados durmiendo profundamente.

Mirabel resopló con cariño, la abuela les había dicho que al menos unos días antes de la ceremonia debían dormir en sus propias camas para que descansaran adecuadamente (Mirabel sabía que en verdad, la abuela no quería que los niños estuvieran muy cerca de ella antes de su ceremonia, como si eso fuera un factor para que tampoco recibieran un don, era un poco hiriente, pero Mirabel tampoco iba a pensar en eso, hace un rato que llegó a un acuerdo sobre lo que su abuela sentía sobre ella). Y los niños, tan obstinados como eran, se escabulleron en la noche para meterse con Mirabel en su cama y honestamente, eso fue divertido.

—¿Adivinen qué?~ —cantó Mirabel con una sonrisa, acercándose a la cama para colocar las manos en la espalda de cada niño y sacudirlos suavemente —. Ya es de mañana, ¿y saben lo que eso significa?~ —se rió cuando ambos niños abrieron sus ojos, mirándola de inmediato —¡Feliz cumpleaños, pequeños pollitos! —ambos chillaron, saliendo de entre las sábanas y lanzándose a Mirabel, quien felizmente los abrazó, tirándolos a la cama nuevamente y rodaba para quedar debajo de ellos —¿Emocionados? ¡Será un genial día para los dos! —les dice con una sonrisa.

—¡Gracias, Mira! —dice Annie con alegría, frotando su nariz en el hombro de Mirabel.

—Gracias —susurra Antonio, escondiendo su carita en el otro hombro de Mirabel. La quinceañera frunce un poco el entrecejo, notando algo en el tono de su hermanito, pero antes de poder preguntarle, Casia llama su atención con un movimiento de puertas en la ventana, haciéndola resoplar.

—Bien, mi queridos niños, su querida Mirabel tiene que cumplir con la rutina, ¡y ustedes también! —pronto, está repartiendo besos en la cara de los dos niños, logrando que rían hasta que los suelta, ella levantándose de la cama de un salto —. Por cierto, ¿adivinen que tengo aquí? —les dijo con una enorme sonrisa, señalando con sus dedos a los maniquíes frente al armario.

—¡Wow! —suspiran ambos niños con asombro, bajándose de la cama de inmediato para acercarse a los maniquíes y ver la ropa más de cerca.

—¡Son fabulosos, gracias, Mira! —dice Annie con emoción, abrazándola por las piernas, imitada un segundo después por Toñito.

Mirabel se rió —. Bien, bien, pero ahora enserio deben volver a la guardería, tienen que encontrarlos ahí —les dice mientras se acerca a abrir la puerta —. Casita, ¿me ayudas llevando esos maniquíes a la guardería? —el piso cobra vida, llevándose los conjuntos, y entonces Mirabel mira a sus hermanos —. Ahora ustedes, ¿debo arrastrarlos a la guardería en mis hombros como costales de papas? —les pregunta con diversión, y ambos niños chillan, saliendo de la habitación mientras ella cierra la puerta de su habitación —. Has sentir a tu familia orgullosa —susurra con una sonrisa cuando camina por el pasillo en dirección a la puerta de Isabela para empezar con ella y terminar con la de Dolores, mientras tanto escucha la risa de sus hermanitos entrando a la guardería.

Arde, mi bella estrellaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora