Capítulo 27

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Mirabel estaba un poco exhausta cuando la mañana llegó (si era honesta, en realidad muy muy exhausta). Cuando la fiesta terminó, ya era la medianoche, y aún si había estado lista en su cama, el sueño simplemente no llegó, la incertidumbre sobre las grietas que vio le hicieron una mala pasada, haciéndola ver la imagen una y otra vez, hasta que resopló frustrada y salió por la ventana de su habitación, con el objetivo de llegar al techo con ayuda de Casita. Si veía solo un momento la vela, si tan solo se sentaba ahí un rato bajo la vela, quizás sus preocupaciones se iban a esfumar. Pero en cambio a eso, se encontró escuchando a su abuela a escondidas, hablándole al abuelo Pedro sobre sus preocupaciones sobre la magia, sobre la magia y que por favor la ayudara a ver qué era lo que estaba mal. Bien, eso solo la hizo confirmar que lo visto por ella esa noche no había sido una locura suya, así que estaba aún más determinada a averiguar que sucedía, pero eso tendría que esperar a la mañana, porque si su mami la atrapaba deambulando en la noche, muy seguramente le daría un buen regaño.

Apenas y concilió el sueño, pero eso no afectaba tanto su energía, después de todo estaba un poco acostumbrada a desvelarse debido a los proyectos de costura.

Se miró al espejo, apreciando que nada estuviera fuera de lugar en su atuendo. Llevaba puesto un conjunto que hace poco había terminado para reemplazar el vestido rojo con detalles en amarillo que había estado usando. Está vez, usaba una blusa color beige, las mangas llevaban un encaje naranja, mientras que en el cuello, llevaba dos juegos de volantes como el vestido de su mami, con mariposas bordadas en hilo rojo. La blusa se encontraba metida en la faja de su falda que era de color naranja, bordado en hilo negro estaba su nombre, y rodeando el resto de la faja llevaba bordados, en color amarillo canario, un patrón con los símbolos de su familia (un sol con nubes cubriéndolo para Pepa, notas musicales para Félix, ondas sonoras para Dolores, un camaleón para Camilo y una rana para Antonio). La falda era de color amarillo como el sol, y en toda ella había un montón de bordados en hilos de diferentes colores para hacer figuras que representaban a cada miembro de la familia Madrigal (las mariposas rosas predominaban un poco más, ya que eran sus favoritas). Habiendo terminado con la ropa, tomó de su tocador el listón naranja y lo envolvió en su cabeza, haciendo un moño (amaba imitar a Dolores en ese aspecto y su hermana siempre había amado amarrarle el cabello de esa manera). Por último, se puso sus zapatos amarillos y se colgó su bolso de forma cruzada por su cuerpo, terminando finalmente.

Sonrió ante el espejo, satisfecha con el trabajo que había hecho con el conjunto (había incluso hecho dos más, ya que le había encantado su creación y quería usarla por un largo tiempo). Ahora, necesitaba comenzar con su rutina. Sus ojos se dirigieron a su cama, observando a sus pequeños hermanos dormidos ahí, con el Jaguar de Toñito acostado a los pies de los niños. Mirabel casi se infarta cuando despertó y vio al animal ahí, pero la presión de sus hermanos contra ella le recordó el regalo de Toñito y se tranquilizó, aunque después de ese susto inicial suspiró con exasperación, esos dos debieron haberse colado a su habitación en algún punto de la madrugada cuando ella finalmente se durmió y si la abuela se enteraba haría una discusión por eso (no es como si le afectara mucho, Mirabel estaba acostumbrada a que la abuela se disgustara).

—Toñito, Ann, es hora de despertar —les llamó, sacudiendo a ambos niños con suavidad para poder levantarlos. El jaguar al pie de la cama gruñó, captando la mirada de ella hacia él —. Oye, necesito despertarlos, deben estar en sus habitaciones o al menos fuera de la mía antes de que abuela se entere de que durmieron aquí y los regañe —el jaguar pareció entenderla, porque asintió y se levantó, solo para bajarse de la cama de un salto.

—¿Mira? —el llamado somnoliento de Antonio atrajo la mirada de Mirabel, encontrándose con los ojitos adormilados de su hermanito.

Arde, mi bella estrellaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora