Capítulo 39

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Era un poco extraño, pero también era muy familiar.

Vivir por años detrás de las paredes, con interacciones reducidas a realizarse sólo con las ratas que lo acompañaron, ciertamente reflejaría su escasez de interacción social con las personas. Aunque para empezar, la verdad es que no había tenido buenas interacciones sociales desde que tenía diez años y sus visiones comenzaron a asociarse a la mala suerte y las calamidades.

Sin embargo, aún si tenía ciertas dificultades para relacionarse un poco con su familia, especialmente con los dos integrantes de cinco años, quienes por alguna razón lo encontraban interesante y se apegaban a él, no podía evitar sentir cierta comodidad en medio de la misma incomodidad de sus interacciones. Era extraño, eran dos sentimientos contrarios que estaban de la mano en ese momento, pero ciertamente no le preocupaba.

Pasar la mayor parte del tiempo con el dúo de cinco y quince años sin duda fue su mayor pasatiempo fuera de los momentos en que estaba apoyando en la reconstrucción de su hogar. Annie y Antonio lo recibieron como si lo conocieran de toda una vida, arrastrándolo a sus juegos y pidiéndole que les contara una historia. Camilo y Mirabel constantemente andaban a su alrededor también, el primero hablaba emocionado sobre la trama de las novelas que Bruno le exponía, y Mirabel siempre tenía algo que conversar con él sin falta, casi apegándose (cómo siempre lo había hecho cuando era una niña), manteniéndose a su lado animadamente.

En varias ocasiones, Camilo y Mirabel estaban juntos recargados en él mientras estaban sentados en el suelo al pie de la cama de la habitación en la que dormían. Antes de que fuera la hora de dormir, dónde Félix, Pepa y Dolores se encargaban de los niños de cinco años para prepararlos para ir a dormir, Bruno suele hablar con los mellizos, quienes terminan quedándose dormidos, con sus cabezas recargadas en sus hombros, haciéndolo siempre sonreír con nostalgia ante el "deja vu" que tenía cuando los veía dormir contra él.

—¿Otra vez? —Bruno eleva su mirada a la puerta de la habitación, encontrando ahí a su hermana, quien se recarga en el umbral de la puerta vistiendo una bata para dormir y su cabello rizado está libre sin ser sujetado en su habitual trenza. Pepa sonríe con cariño, ya acostumbrada que sus hijos se queden dormidos contra él de esa manera antes de que ella misma les indique que es hora de dormir.

—Se siente como en el pasado —susurra Bruno con una pequeña sonrisa, sus brazos sostienen a ambos adolescentes, y con cuidado retira los rizos rebeldes que están en la cara de Camilo, mientras la otra mano acaricia el hombro de Mirabel en un gesto reconfortante.

Bruno mira a su hermana, notando que la mirada en sus ojos refleja algo de tristeza dentro del cálido cariño —. Siempre lograbas hacerlos dormir, cada vez que nadie podía lograrlo de nosotros —susurró Pepa con nostalgia, avanzando a la habitación sólo para sentarse al lado izquierdo dónde Bruno tenía a Camilo —. Ella era la peor —dice la pelirroja, mirando a Mirabel con ternura —, lloraba con terquedad diciendo que no se iría a dormir hasta que el tío Bruno no le contara la historia que aleja a los monstruos de los armarios que se roban a las niñas bonitas —Bruno no pudo evitar soltar una suave risa ante ese recuerdo. Mirabel había sido asustada por una niña del pueblo con esa historia y ese día nadie había logrado que la niña quisiera dormir en la guardería, no hasta que Bruno le contó una historia que fácilmente alejaría a cualquier monstruo de armario que quisiera llevársela, pasando algunos meses contando la misma historia una y otra vez para ella cada noche que Mirabel estuviera asustada.

—Eran tiempos fáciles —murmura Bruno, mirando a su sobrina con suavidad.

—Lo eran —dice la voz de Félix, entrando a la habitación con una pequeña sonrisa mientras se sentaba en el suelo del lado derecho en dónde tenía a Mirabel dormida, acercándose a su hija y depositando un beso en su sien, Mirabel sólo suspiró entre sueños, como si reconociera el toque de su padre fácilmente.

—Sólo nosotros, centrándonos en este par que parecía apunto de sacarnos canas a todos —Pepa rió suavemente, pero la tristeza no se fue de sus ojos —. Y luego todo simplemente pasó —Bruno notó como su hermana hizo una pequeña mueca, acariciando con la punta de sus dedos la mejilla de su hijo que roncaba suavemente —. Y ellos... Especialmente Mirabel, tuvieron que madurar y entender de manera cruda la situación en la que estaba la familia cuando Mirabel no recibió un don y mamá adoptó esa estúpida postura —Pepa apretó la mandibula con fuerza, evitando mirarlo —, y además aceptar el hecho de que su tío se había ido —agrega en un susurró apenas audible, casi un comentario que era para sí misma, pero que fue escuchado con claridad.

Bruno no podía evitar sentir el tirón de la culpa de aquella época, sin duda, lo más difícil fue marcharse porque fue la única vía que encontró para proteger a Mirabel. La amargura de años enterrada y haciendo un hueco en su corazón, porque sin duda, separarse de sus sobrinos, sobre todo de los que eran los más pequeños, fue lo que más le dolió a Bruno.

—Ojalá hubiera tenido un poco más de valor para enfrentar a mamá —susurró Bruno sin ni siquiera dudar en decirlo. Sintió un apretón en su hombro, Félix había colocado una mano en su hombro de manera reconfortante, pero Bruno no volvió su mirada a ninguno de ellos, sólo observó a Mirabel que dormía contra su hombro —. Podía proteger a Mirabel sin ser un cobarde, si tan sólo...

—No —lo cortó Pepa de inmediato, haciendo que sus palabras murieran en su lengua y volteara a verla rápidamente con confusión. Pepa lo miró firmemente, había una mezcla de emociones entretejidas reflejadas en sus ojos —. Escucha, la verdad creo que, aún si tú desaparición casi acabo con un pedazo de mi corazón, de alguna forma fuiste un motivo más por el que pude reunir el coraje suficiente para defender a Mirabel —Bruno no puede evitar mirar a su hermana en shock, y ella suspira desplomando sus hombros en derrota —. La verdad, creo que sí hubieras hablado de la visión y al menos lo hubieras intentado, quizás habría sido más difícil. No lo sé. Quizás no podríamos haber peleado lo suficiente contra mamá, quien habría estado muchísimo más determinada a mantener "a salvo" al milagro de Mirabel, ¡habría considerado a nuestra niña una amenaza de muerte!, y si, quizás yo igual habría peleado, tu igual, pero bueno... ¡es mamá! Tal vez nos habría doblegado más fácilmente y en un descuido llevarse a Mirabel a sabrá Dios donde o con quien. Todo porque fuimos criados para seguir un legado que mamá decidió establecer —Pepa mordió su labio con fuerza, las lágrimas hicieron brillar los ojos verdes de su hermana —. Te juro, Bruno, que sentí que me quitaron un pedazo de mi corazón cuando desapareciste y tu puerta se oscureció, pero... Pero tú partida fue como un empujón para mí para lograr ser más fuerte. Porque de alguna manera, te miré en ella, ¿sabes? Tu imagen la vi reflejada en ella y por Dios, juro que odie todo de mi porque en el pasado me distancié de ti y no te defendí, y yo no quería cometer el mismo error, mucho menos con la pequeña niña que se volvió la luz de nuestros ojos cuando nació. Tú, Bruno Madrigal, hermano mío, siempre fuiste la valentía que alguna vez me faltó para ser fuerte y revelarme contra mamá —Bruno no pudo evitar derramar sus lágrimas cuando Pepa las derramó, deslizando su brazo que envolvía a Camilo para estirarlo a su hermana y tomarle el hombro —. No te culpo por irte, lo hiciste para proteger a nuestra niña, y no sabes cómo te agradezco el sacrificio que hiciste por amor, hermanito, aún si dolió tanto que me dejó sin respirar varias veces, lo hiciste para y por ella, así que gracias por proteger a nuestra Mirabel como mejor podías —dice Pepa con dulzura, inclinando su cabeza para que su mejilla recaiga en el dorso de la mano de Bruno.

Bruno no pudo decir nada por el nudo en su garganta, pero el silencio no es para nada incómodo, así que sólo lo mantiene hasta que se rompe por unos suaves resfríos reprimidos. Él mira a los jóvenes que se suponía estaban dormidos, reprimiendo sus sollozos mientras sus ojos están clavados en el suelo e intentan mantenerse lo más quietos posibles. Bruno no puede evitar una pequeña risa resoplada junto a Pepa mientras él se acomoda para abrazar mejor a los mellizos del terror que ante el gesto comienzan a llorar en voz alta.

—Nuestros pequeños polizones fingieron dormir mucho tiempo —dice Félix con diversión llena de cariño, acercándose a Mirabel para besar la sien de su hija en un gesto tranquilizador mientras Pepa hacia lo mismo para Camilo.

Bruno descansa su cabeza contra la de Mirabel, quien se acurruca contra él sin dejar de llorar y Camilo la imita, entonces, de esa manera, Bruno se siente de verdad en casa una vez más.

[...]

N/A: ¡Hola! No andaba muerta ando asistiendo a clases (deja vu).
Jajaja tomé una clase en verano para adelantar la materia y no llevarla el próximo semestre porque lo tendré bien saturado TwT así que la semana me es muy pesada y se me va por completo la inspiración, así que por eso la desaparición, pero en fin, aquí con otro capítulo jsjsjs.

Arde, mi bella estrellaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora