Capítulo 14

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Mirabel no tiene idea de como ocurrió, en un momento, ella estaba corriendo por la plaza, siendo perseguida por Camilo, quien era el que debía atraparlos a los demás niños y a ella en el juego que había elegido, en otro instante, Mirabel se había tropezado, sus manos intentaron amortiguar el golpe por puro instinto, pero por la manera en que perdió el equilibrio, sus manos dieron contra las piedras peligrosas, abriendo heridas en ambas manos, sus rodillas tampoco tuvieron mejor suerte, raspándose al rozar con la superficie. El dolor era insoportable, vino un chillido en sus oídos, nada podía ser escuchado por ella mientras sus lágrimas estaban nublando toda su visión.

Escuchó el grito de Camilo, se escuchaba furioso contra alguien, Mirabel no entiende, no puede concentrarse, solo sabe que ha comenzado a llorar por lo fuerte que su cuerpo tiembla mientras duelen mucho sus manos. Luego Camilo está ahí, frente a ella, aún en su aturdimiento y los ojos nada concentrados en ver bien, puede ver el rostro de su hermano frente a ella, mirándola con angustia mientras sus ojos están llenos de lágrimas e intenta ayudarla a levantarse.

—¡Dolores! ¡Mira está herida, llama a mamá! —grita su hermano, casi parece desesperado, y Mirabel lo entiende, porque ella puede ver el rojo pintando las rocas en las que sus manos se deslizaron, puede sentir la viscosidad en sus palmas mientras su hermano las revisa.

—¡Camilo! ¡Mirabel! —Mirabel no sabe quien es la persona que ha gritado con tanta angustia, ella solo puede escuchar su propio llanto a estás alturas, duele mucho, tanto que lo odia, porque ella ya tiene nueve años, no debería llorar como una de cinco años —. Vamos, Mira, está bien —habla esa persona con voz temblorosa, como si también estuviera a punto de llorar. Pronto siente que está en los brazos de alguien, el aroma a hierba fresca llega a sus sentidos y por un momento su llanto se calma, porque reconoce ese aroma. Sus ojos, que en algún momento se cerraron, se abrieron, solo para poder reconocer el rostro de Luisa, quien la carga en sus brazos y la lleva corriendo hacia algún lugar, mirando siempre hacia el frente con una mirada angustiada.

Entre hipos llorosos, Mirabel logra ver hacia el frente del camino, notando como se están acercando a Casita. Las puertas principales se abren de golpe, sus padres y Dolores salen de ahí, todos con rostros preocupados mientras los esperan por recibir.

—¡Mami, Mira se lastimó! —Camilo se apresura a adelantarse frente a ellas, justo al lado de Dolores, quien lo abrazó y parecía susurrarle palabras tranquilizadoras, mientras que su mami, se acercó de inmediato a ella y Lulu.

—Ay, mi amor —susurró Pepa con angustia, la nube sobre su cabeza casi era de color negro y comenzó a tronar mientras sus manos tomaron las de Mirabel, revisándolas con cuidado —. Bien, vamos a curar esto pronto, mi nubarronita —le aseguró, de inmediato besando su frente y acariciando sus rizos, solo para después mirar a Luisa —. Mi sobrina, ¿puedes llevar a Mirabel al baño? Necesito limpiar y vendar esas heridas —Mirabel elevó un poco la cabeza, solo para ver como Luisa parecía querer preguntar algo, pero al final asintió y caminó al lado de Pepa para entrar a Casita, su papi y sus hermanos los siguieron de cerca.

—¿Qué fue lo que pasó? —la voz de la abuela provoca que Mirabel se estremezca, su corazón late como loco cuando eleva su mirada para ver a su abuela en el medio del patio, con Julieta e Isabela a su lado, las dos mirándola de una manera que Mirabel no puede saber que emoción es. Luisa se detiene, escucha el corazón de Lulu latir muy rápido desde su posición y sus brazos parecen apretarla solo un poco. Oh no, Lulu se metería en problemas por ayudarla, y Mirabel tenía miedo, porque desde su cumpleaños, ellas habían comenzado a hablar por medio de cartas, contando sobre su día y le dejaban la carta a la otra deslizándolas por debajo de las puertas de sus habitaciones, pero si esto metía a Lulu en problemas, ¿ya no lo harían más?

Arde, mi bella estrellaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora