Capítulo 37

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Advertencia: Menciones de sangre, ataques de pánico y ansiedad (Incluso creo que aplica el estrés post-traumatico).

N/A: Alternaré puntos de vista, así que no pierdan el hilo.

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Tener algo que hacer definitivamente puede cubrir fácilmente lo que no quieres abordar. Es sencillo esquivar y dejar de pensar si te mantienes siempre en movimiento, haciendo cualquier actividad que te ayude a ignorar lo demás.

Mirabel personalmente, le ha ayudado bastante haber tomado el mando en la reconstrucción de su hogar, organizó, detalló y dió indicaciones de que y como hacerlo. Eso la ayudó a no pensar tanto en lo que le había sucedido, en su casa hecha añicos y los problemas que aún se necesitan discutir en familia. Es solo una semana, aún siguen limpiando y rescatando pertenencias, pero eso está bien. Y mientras está tomando descansos, ella se sienta debajo de su árbol (aquel que siempre ha utilizado para descansar, para meditar, para sentirse segura), cosiendo prendas de su familia para repararlas cuando han sido rescatadas. Sus padres le dijeron que esa era otra forma de trabajo, pero Mirabel insistió en que no y ganó. Así que en cada descanso, ella se sienta bajo la sombra del árbol, escuchando a la gente ir y venir, limpiando y deshaciéndose de escombros mientras cose. De vez en cuando sus hermanitos pequeños y los niños del pueblo están sentados con ella, entonces ella les tararea cualquier canción y los hace dormir en la hierba mientras ella continúa cosiendo.

Definitivamente está bien así, si no está liderando, dando su opinión sobre la reconstrucción y organizando a los equipos, entonces está cosiendo bajo el árbol y haciendo descansar a los niños.

"Todo está bien", dice una y otra vez para ella, mientras intencionalmente siempre le da la vuelta a ese sitio en específico, dónde hay una mancha de sangre seca, nunca lo mira, nunca intenta estar demasiado cerca.

Recuerda el líquido caliente corriendo por su frente, la sensación de humedad pegajosa en la coronilla de su cabeza, acompañado de un dolor abrumador que la entumece del cuerpo.

Mirabel se pica la punta del dedo índice con la aguja cuando se pierde en ese pensamiento. Sisea, mirando el dedo, sólo para notar como un punto rojo de sangre brota. Sus ojos se abren con un poco de pánico, sintiendo repentinamente el corazón en la garganta.

Sangre, la mancha seca que está casi en el centro de Casita es su sangre.

De inmediato se mete el dedo a la boca, es consciente del sabor a hierro, pero lo ignora y desesperadamente intenta detener el sangrado, cerrando en algún momento sus ojos y tratando de no pensar en eso. Porque si piensa en eso recordará todo, cada sensación, cada pensamiento, cada emoción, y no está lista para entrar ahí. No quiere entrar ahí.

—¿Mirabel? —el llamado la ayuda a despabilar, alzando la mirada sólo para encontrarse con los ojos de Isabela, quien inclina su cabeza un poco, mirándola con una expresión confundida y preocupada —. Te llamé dos veces y no respondiste, ¿estás bien? ¿te lastimaste con la aguja? —le pregunta, poniéndose de cuclillas para mirarla a la altura, dejando que el borde de su vestido negro se arrastre en la tierra sin cuidado para ensuciarse.

—Lo siento, Isa, no te escuché, estaba en mis pensamientos y me lastimé con la aguja, ¡pero estoy bien! —responde rápidamente, formando una sonrisa natural en sus labios para no preocupar a su hermana mayor, quien alza un poco su ceja, pareciendo poco convencida —¡En fin! ¿Me necesitabas?

Arde, mi bella estrellaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora