Capítulo 28

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2:00 de la tarde.

Mirabel no podía negarle nada a su tía Susan, nunca, esa mujer era como su segunda madre, así que cuando le pidió ayuda para completar un pedido urgente para hoy, acudió de inmediato a auxiliarla, terminando encerrada en la tienda de costura por algunas horas y tomando incluso el almuerzo ahí mismo, mientras Rosita se encontraba con ellas y le contaba una historia divertida (además, eso la ayudó para despejar sus preocupaciones acerca de la magia y tomarse un respiro antes de entrar a la torre).

Ahora finalmente llegó a Casita, para su suerte, sería muy fácil deslizarse a la habitación "prohibida" mientras todos estaban ocupados (o con sus deberes o con lo de la comida de compromiso), así que llegó frente a la puerta, subiendo los escalones con cautela, cuidando de no hacer ruido al subir, no fuera su mala suerte y alguien la atrapara.

Su mano fue hacia el pomo, abriendo la puerta, solo para encontrar arena y más arena, lo cual la sorprendió un poco, ¡incluso había una maldita cascada de arena que debía cruzar! Y lo hizo, sólo que terminó de cara en el suelo, tragando arena y teniendo suficiente de ella en los lentes, solo para recuperarse a duras penas y revisar su alrededor. Notó enseguida el montón de escaleras que obviamente tenía que subir, y sin evitarlo, el repertorio de palabrotas de su mami vino a sus pensamientos.

—Bien, esto es una mier- —sus palabras quedaron atrapadas en su boca cuando un graznido vino de su lado izquierdo, obligando a la quinceañera a girarse para notar como un tucán (el tucán que se posó en el brazo de Toñito anoche), estaba ahí con ella, mirándola —¿Acaso estás para hacerme compañía? —le preguntó con una ceja arqueada, solo para obtener un graznido y que el ave se echara a volar sola hasta arriba —. Al carajo —murmuró irritada, ese pájaro lo detestaba y apenas lo conocía —. Bien, Mirabel, puedes hacer esto, solo debes subir muchas escaleras —se acercó a los escalones y subió el primero —. Esto va a ser una mierda —murmuró, comenzando su trayecto a la cima... Lo que hacía por la familia.

[...]

Oficialmente, el cuarto de Bruno había sido catalogado como el peor, ¡casi muere cruzando ese maldito abismo! Por suerte, cruzó a salvo y entera, ¿por qué diablos no habría un puente ahí cuando claramente debía de haberlo? No tenía tiempo para seguir cuestionando y solo se adentró a lo que parecía ser la cueva dónde se llevaban a cabo visiones.

Debía buscar esa visión y salir de ahí, ¿cuánto tiempo había estado ausente? Quien sabe, pero si su madre no sabía de ella, seguramente crearía un huracán y cuestionaría a Dolores (quien debió escuchar todo, Mirabel está metida en una aventura y siempre que pasa, Dolores tiene un oído sobre ella), así que la quebraría y le diría que está metida en la torre, y oh, Mirabel podría despedirse de vivir un años más de vida si su mami se enteraba de esto.

Sus ojos son atraídos por destellos verdes enterrados en la arena, y Mirabel siente un tirón hacia eso, como si fuera lo que busca, así que de inmediato comienza a juntar piezas, tomando una y juntándola a otra (ignorando el temblor, que todo se mueve, que grietas aparecen), luego encuentra otra pieza que parece encajar.

—¿Algo está afectando la magia? —susurra, juntando la tercera pieza e inclinando un poco el conjunto, notando un rostro familiar que la hace jadear —¿Yo? —cuestiona, el miedo instalándose en su pecho, pero no tiene tiempo de pensarlo, porque la cueva ruge y se da cuenta que está por ser ahogada en arena, así que junta todas las piezas, tirándolas a su bolso rápidamente y forzar una salida para poder escapar.

[...]

2:30 de la tarde.

Salir de la habitación de Bruno a trompicones y aferrando la bolsa que contenía las piezas de la visión no fue gran idea por parte de Mirabel, porque si tan solo no hubiera salido tan apresurada por el susto, uno, se habría quitado la arena de encima, y dos, no habría chocado con su abuela.

Arde, mi bella estrellaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora