Capítulo 23

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~5 años después, 28 de diciembre~

Había tenido un buen sueño y podría dormir mucho más tiempo, pero uno de los motivos por los que no podía hacer eso era debido al peso sobre su cuerpo, que la mantenía inmovilizada en su cama.

Mirabel resopló con exasperado cariño, estirándose lo más que pudo y extendiendo su brazo al buró al lado de su cama, apenas alcanzando con sus dedos los lentes, los cuales se puso enseguida, solo para ver cómo dos figuras pequeñas estaban casi sobre ella, encerrándola en medio de ambos.

—¿Cómo...? —resopló, retirando un rizo de su cara que bloqueaba su visión —. Bien, no debería preguntar "como" a estas alturas —se regañó sí misma con diversión, cada una de sus manos fueron a la cabeza de cada niño aferrado a ella, acariciando sus cabellos —. Ahora, ¿cómo salgo? —susurró, arqueando una ceja mientras pensaba en sus opciones.

—¿Mira? —la adolescente volvió la mirada a los ojos marrones del niño de cuatro años aferrado a su costado izquierdo.

—Hey, Toñito, ¿dormiste bien? —le preguntó con una sonrisa cariñosa, repasando la mano por los rizos de su hermano pequeño.

—Mmm —tarareó el niño con somnolencia, volviendo a cerrar sus ojos.

—Necesito salir, Toñito~ —canturreó la adolescente con un poco de diversión, presionando su dedo índice en la nariz del niño.

—Mejor quédate aquí por siempre —dijo una pequeña vocecita a su derecha, llevando la atención de la adolescente a la niña de ojos avellana mirándola con mirada de cachorro adormilado, provocando que la mayor emitiera una suave risa.

—Annie, debo salir, ¿acaso olvidan que día es hoy? —les pregunta con suavidad, enredando su dedo en los semi-rizos de su hermana menor.

Repentinamente, ambos niños abren sus ojos y se sientan abruptamente en la cama, ambos mirándola con gran emoción.

—¡Es hoy! —exclamó Annie con gran felicidad, lanzándose sobre su hermana mayor junto a Antonio.

—Es tu cumpleaños —dice Antonio con una sonrisa —¡Feliz cumpleaños, Mirabel! —la felicita con emoción

—Gracias, polluelos —dijo con cariño, apretándolos en sus brazos y besando la cabeza de cada uno —. Ahora, ¿me dejarán ir para despertar al resto

—¿Irás a ayudarnos a cambiarnos de ropa después de eso? —le pregunta Annie con una ceja alzada y cruzándose de brazos, Mirabel honestamente siempre quería reírse de la postura de su hermanita, pero le concedía la "autoridad" que creía tener, así que no lo hacía, además, siempre era tierna.

—Si, Annie, lo haré, pero si no me dejan ir a despertar al resto temprano... —dejó que la implicación flotara en el aire, obteniendo que ambos niños jadearan, solo para bajarse de su cama y correr a la puerta —¡No correr por los pasillos! —les gritó en advertencia cuando los niños salieron —¡Cuídalos, Casita! —le pidió con alarma, obteniendo una respuesta afirmativa de los azulejos.

Mirabel suspiró, ¿Camilo y ella estaban perdiendo su título de "mellizos del terror"? Antonio era un niño muy calmado, amaba los animales y siempre Mirabel estaba encantada de ayudarlo a buscar ranas y animales pequeños, pero lo juntabas con Annie y podía ser un torbellino andante con ella. Annie por otro lado era un terror viviente, amante del frío, la nieve y todo lo que tuviera que ver con el invierno, le había provocado más de un susto a Mirabel desde que aprendió a caminar, enserio ¿cómo esa pequeña bebé débil y frágil ahora era una pequeña tormenta de nieve andante? A veces, olvidaba aquella época en la que sostuvo a una bebé apenas viva en sus brazos y le cantó una canción de cuna. Pero Mirabel no tenía quejas, nunca tendría quejas, porque tanto Antonio como Annie crecieron sanos y felices... Y pegajosos, desde que eran bebés, siempre estuvieron pegados un poco más a ella que al resto, nunca entendería porque, o bueno, quizás ha leído un poco y entendido el razonamiento detrás.

Arde, mi bella estrellaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora