Capítulo 41

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Dolores no tenía un problema con hablar con la abuela, es decir, si, está molesta con ella desde que era una adolescente, siempre tuvo un claro distanciamiento con su abuela desde el momento en que lastimó a Mirabel. A veces la abuela intentó simplemente forzarla cómo lo hacía con Isabela y Luisa en la comunidad, pero gracias a sus padres Dolores no soportó toda esa presión en sus hombros y sólo debía encargarse de sobre llevar su don y podía ayudar con él siempre que hubiera sido extremadamente necesario. Así que ese distanciamiento con su abuela sin duda ayudó demasiado a no estar tan presionada como Isa y Luisa, por lo que no tenía tanto problema en escuchar a su abuela cuando ha pedido hablar con ella.

Dolores sabe que su abuela se está dando cuenta del daño que les ha hecho (si el colapso de Isabela hizo algo el día anterior, fue restregarle en la cara a la abuela que había agrietado a esta familia), pero sigue un poco inquieta e incómoda, hace muchos años que no ha tenido una conversación "real" con la abuela a pesar de vivir bajo el mismo techo, así que es difícil de procesar las disculpas de su abuela, su reconocimiento de que se equivocó y el hecho de que le pide su perdón, pero que también entiende que no es merecedora de el.

Por un largo tiempo, la segunda nieta mayor de los Madrigal guarda silencio, mientras ambas están sentadas en el comedor de la casa de Susan y a solas. ¿Qué debería decir? Quizás de pequeña, Dolores buscó la aprobación de la abuela como Isa y Luisa, pero con el paso de los años, ese sistema de su abuela simplemente comenzó a ser un sin sentido para ella al punto de ignorarlo, así que no le interesaba mucho las disculpas de su abuela sobre "la presión" y "la exigencia" que les imponía para ser merecedores del milagro, lo fue superando poco a poco hasta que el día del derrumbe fue su llamada de atención para liberarse finalmente.

—Yo... Aprecio que te disculpes —comenzó diciendo, mirando directamente a su abuela mientras su tono de voz dejaba de ser susurrado, recordándose a si misma que podía hablar más alto (más firme, justo como Pepa) —. La verdad, no esperaba que reconozcas tus errores —admite con valentía, y nota como su abuela se pone tensa —. Pero a la vez, creo que no podría perdonarte completamente, es decir, sigo molesta contigo por lo que le hiciste a Mirabel, también por intentar separar a esta familia —Dolores suspiró, mirando a su abuela con seriedad —. Puedo aceptar tus disculpas sobre la presión, sobre el hecho de que querías exigir más de lo que deberíamos dar, es decir, éramos niños, merecíamos más que sólo estar presionados por ayudar en la comunidad y mantener "vivo" el milagro que se nos concedió, pero no puedo perdonarte hasta que cambies. Hasta que intentes comprender completamente lo que nos hiciste, y sobre todo que le entregues una enorme disculpa y explicación a Mirabel sobre tu actitud con ella —Dolores no pudo evitar morder su labio ansiosamente, golpeteando sus dedos en la mesa —. Estoy enojada contigo por lastimar a Mirabel, así que no acepto darte el perdón, porque eso significa que podrías tomarlo a la ligera y nunca cambiar. Y nosotros te amamos, eres nuestra abuela al final de todo, pero no puedes creer que las cosas pueden ser como antes, porque jamás lo serán —con determinación, se levantó de su silla, claramente dispuesta a terminar la conversación —. Acepto tus disculpas, sin embargo, necesitas ganarte el perdón con acciones, no palabras, abuela —la expresión de Dolores se suaviza cuando su abuela asiente comprensivamente, algunas lágrimas asomando en los ojos de la mujer.

—¡Oye, Lores! —la puerta del comedor repentinamente se abrió, dejando ver a Camilo quien entró abruptamente —. Mamá dijo que estabas aquí, así que... —el discurso de su hermano terminó en el momento que vio a la abuela, ambos haciendo contacto visual —. Yo, eh, creo que te lo diré después —dijo torpemente, intentando darse la vuelta.

—Espera, Camilo —Dolores hizo una pequeña mueca al ver la expresión de su hermano cuando fue llamado de vuelta por la abuela. El adolescente sólo volvió a mirar a la abuela, esperando impaciente lo que tenía que decirle —. Quisiera hablar contigo, ¿podemos hacerlo ya que estamos aquí? —pregunta la abuela con suavidad. Dolores nota de inmediato el conflicto en la mirada de su hermano, quien parece silenciosamente estar a un paso de morderse la lengua hasta sangrar, porque lo conoce como la palma de su mano, y obviamente sabe que ahora mismo está frustrado y enojado por esta situación.

Arde, mi bella estrellaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora