Capítulo 25

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Mirabel cerró la puerta de la guardería tras de ella, había estado con Antonio y Annie desde que los trajo del pueblo, intentando mantener ocupados y vigilados a ambos niños, quienes fueron tan obstinados como para usar los trajes que les confeccionó para este día desde muy temprano. Ni siquiera se había dado cuenta que los niños los llevaban cuándo ambos bajaron y la familia completa los felicitó por su cumpleaños, pero no podía hacer nada con eso, ya había pasado y ahora solo debía cuidar de que esos dos no se ensuciaran (no es que hubiera problema para ella, son niños, así que es parte de eso, pero de nuevo, el problema sería que abuela los pillara sucios e insinuara que esto iba a ser un desastre o que debía ser perfecto y no podía arruinarse).

Rápidamente se dirigió a su habitación, tomando la caja que tenía ya lista en su mesa de trabajo, solo para salir con ella y dirigirse primero a la puerta de Isabela, queriendo empezar en el mismo orden que utiliza para despertar a todos cada mañana. Hay un intervalo de calma, a este punto las decoraciones y todo lo de la fiesta ha sido finalizado (por lo que pudo ver al salir de la guardería), así que le parece un buen momento para colocar el trabajo que había realizado especialmente para hoy, un par de manualidades de papel recortado creativamente, con los nombres y colores que representan a cada miembro de su familia junto a una vela. Cada pieza la coloca al pie (justo de lado derecho, para no ponerlas en medio y que haya un accidente) de las brillantes puertas (se salta las puertas aún en blanco de los niños), y se encarga de hacerlo lo más rápido posible en caso de que alguien se pasee por el pasillo o salga de la habitación y choque con ella.

—Son hermosos —Mirabel se levanta de inmediato cuando termina de poner la vela de su hermana mayor, y su mirada la dirige a su mami, quien la observa con una sonrisa mientras está recargada en la barandilla, ni siquiera se dio cuenta de cuando fue que Pepa se le acercó.

—Yo quería poder hacer algo para hoy —le dice Mirabel con una pequeña sonrisa, encogiéndose de hombros. La expresión de su mami decae un poco, casi haciendo una mueca cuando rompe la distancia entre ellas y su mano le acuna la mejilla.

—¿Cómo estás, cariño? —le pregunta Pepa con suavidad —. Debido a todo el alboroto de la preparación, además de que también has estado ocupada confeccionado la ropa de los niños, no hemos podido hablar.

Mirabel no pudo evitar sonreírle a su mami, por supuesto que se preocuparía por ella en un día como hoy, dónde una ceremonia de regalos sería celebrada después de que la suya propia fracasó —. Estoy bien, mami, solo... —hizo una pequeña mueca. Honestamente, Mirabel quiso intentar hablar con sus padres sobre este día, pero habían estado tan ocupados que no hubo una abertura. Ahora, Mirabel no se sentía triste o cualquier emoción que pudiera esperar la gente (tanto su familia como el pueblo) por lo que le sucedió, ella estaba en un acuerdo con el hecho de no tener un don, sabía que no por ello sería menos especial que el resto, años de ser criada por Pepa y Félix, más la influencia de María, Susan y sus hermanos y primas, es que tenía muy en claro que era especial al ser diferente, porque podía extender más sus horizontes, tener talentos únicos, así como el resto de su familia tenía un don, ella tenía cualidades que igual la hacían resaltar No creció acomplejada por eso, el amor y apoyo de sus padres fue un factor importante en eso. Sus preocupaciones en realidad iban enmarcadas a otra cosa —. Estoy un poco preocupada —le dice finalmente a su mami, quien con el pulgar le acaricia la mejilla suavemente.

—¿Por qué razón, tesoro? —le pregunta Pepa pacientemente.

—Solo pensando... —murmura, sin poder evitar apartar la mirada de los ojos verdes de su mamá —¿Qué sucede si Toñito y Ann no reciben un don? ¿Y si le hice algo a la vela y ya no vuelve a dar regalos nunca más? ¿O si...?

Una nube se había formado en la cabeza de su mami y de inmediato tronó, haciendo que Mirabel se estremeciera y mirara de inmediato a Pepa, quien le miraba con seriedad —. Mirabel Margarita Madrigal, detén ese lío de pensamientos ahí —el tono le advierte a la quinceañera que no haga objeciones, así que sella sus labios —. Tú no le hiciste nada a la vela, tú no tienes la culpa de que no te diera un regalo, seguramente el milagro vio que eras demasiado buena para uno, o quizás fue un caprichoso dolor en el trasero, no lo sabemos, pero recuerda lo que tu padre y yo te hemos dicho todos estos años, así que descarta eso —Mirabel asiente de inmediato, aceptado fácilmente las palabras de su mamá. Pepa suspira —. Ahora, si Toñito y Annie no recibieran un don, entonces está bien, es decir, ¿vamos a dejar de amarlos sólo por que la vela está siendo un dolor de cabeza? —Pepa le sonrió con dulzura —. Nunca, mi vida, con o sin don, Antonio y Annie estarán bien, ya que tienen una familia que los ama y que les enseñarán a descubrir sus horizontes —la mujer pelirroja le besó la punta de la nariz, provocando que riera suavemente por el contacto, el implícito "igual que lo hicimos contigo" quedó flotando en la calidez del momento.

Arde, mi bella estrellaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora