Capitulo XIII: Fuckeye

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El entrenamiento y la preparación eran constantes, pero nunca parecían bastar; el equipo hacía lo que podía, llevando sus capacidades a sus limites más altos, afinando cada sentido, mejorando, perfeccionándose.

Y el avance era obvio: para el día final, las arqueras parecían haber alcanzado un nuevo piso de calidad nunca antes visto en el equipo.

Y Sarah, ahora poseía una confianza mayor, gracias a sus dos “animadores” en las gradas.

—¿Quiénes son ellos dos? —preguntó Zoe al ver a dos figuras en los asientos.

—¡Son mi porra personal! —Sarah respondió.

—Va, está bien eso de que Sarah nos quiera para apoyarla —Allyson comentó—, ¡pero me siento ridícula usando esto!

Allyson nunca había sido una chica que pudiera llamarse el “epitome de la femineidad”: así que usar una falda y un top deportivo prestados (robados) de la cuadrilla de animadoras del colegio era una situación incomoda por no decir humillante para ella.

—¡Se me van a congelar las piernas!

—¡Por Festivus Allye! ¡Tienes sangre noruega bajó esa piel paliducha y pastosa tuya! —Jake hizo notar—. ¡Deberías aguantar aunque sea una brisita!

—Eso quisiera, de verdad que sí: lamentablemente, no todos podemos tener tus piernas velludas, “linda”...

Y es que, aunque animadores hombres no son extraños en otras escuelas, Hopewell sólo tenía chicas todavía en ese club, así que Jake sólo pudo tener un uniforme de mujer también.

—¿Recuerdame una vez más cómo nos convenció de hacer esto? —el joven preguntó.

—Conmigo hizo esa cara mezcla de princesa Disney con cachorrito abandonado en medio de la nieve: contigo, no tengo idea, pero tengo la sensación que involucra algo relacionado a enseñarte una teta.

—Pues...em...¿S-sabes? Esto de las faldas no se siente tan mal —Jake mencionó, buscando enterrar la acusación —; se siente fresco, ¡no sé de qué te quejas en realidad!

—¿Por qué siento que éste es el nacimiento de un nuevo fetiche?

Pero a pesar del frío o del travestismo, ahí se encontraban: Sarah no podía ser más feliz.

Con lo cuál, eso significaba que no podía tener ni una pizca de miedo, estrés o ansiedad de cara al torneo, ¿verdad?

Falso.

—Sarah —Allye llamó a la puerta de su amiga, la mañana siguiente, el día del torneo, tras tocar el timbre—. ¡Sarah! ¿Estás ahí?

—Quizá ya se fue —Jake sugirió.

—Dos cosas: en primera, de una vez te lo advierto, ni pienses que me verás usando ese estúpido uniforme de nuevo...

—No se te veía mal...

—A ti tampoco, “Jane”, a ti tampoco; y en segunda: ¿no recuerdas? Íbamos a ir con ella a la escuela, y de ahí al campo de tiro del torneo.

—Bueno, no abre la puerta, así que sólo hay una solución lógica para este problema.

—¿Seguir llamando? ¿Esperar pacientemente su respuesta a su tiempo?

—Sube a mi espalda —Jake ordenó.

—¿Es esto por el nuevo fetiche?

—No: de ser eso, sería yo quien subiría a tu espalda; pero eso será para otra ocasión.

—¿Vamos a subir por la ventana?

—Igual que entrar en el apartamento del vecino que se compró la televisión 3D...

El Club De Hopewell: La Tercera Es La VencidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora