Capitulo XXIV: La Loca de las Eras

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Sarah estaba disfrutando su estancia con su abuela; por más que podía esperar de ella, siempre superaba sus expectativas.

—¡Eso fue magnifico! —Sarah exclamó con alegría de vuelta de un paseo al campo.

—Vamos hija —Ruth comentó—; ir a cabalgar no es exactamente algo de otro mundo.

—¿¡Pero con caballos de dos cabezas que escupen fuego!?

—Bueno...un amigo de una empresa de investigación en ingeniería genética me debía un favor.

Mas aún si fuera algo tan sencillo como dar una caminata por la ciudad, Sarah encontraría dicha en aquello, por el hecho de hacerlo con alguien que quería y admiraba.

—¿Ya regresaron, eh? —Dimitri preguntó al verlas cruzar la puerta de entrada.

—¿Cocinando algo, Dimi?

—Hace algo de frío afuera, y pensé que quizá les gustaría algo caliente para beber.

Dimitri les acercó unas tazas con chocolate; era perfecto para desentumir sus seres tras pasarla un buen tiempo en el exterior y su viento gélido.

—¿Algún plan para esta noche, abuela? —preguntó Sarah tras su primer sorbo.

—Es la tercera noche del Hanukkah. ¿Quieres que venga a alguien? ¿O deseas ir a alguna parte?

—A decir verdad, creo que esta vez quiero tener una noche tranquila; estoy algo cansada y...

—¡Gracias a Hashem! —Ruth suspiró —. No me malinterpretes querida, me encanta pasar tiempo contigo, pero ya no soy una adolescente como has podido notar, y mis energías ya no son las de antaño.

—Comprendo abuelo, no te preocupes —Sarah señaló—. Aquí hace más frío que en Ontario de todos modos, y pasarla frente a nueve velas encendidas en un cuarto cerrado de hecho me parece una buena idea para una velada.

Estar en esa casa era más que sólo un pequeño viaje de vacaciones: era casi como una expedición a Disneylandia (una Disneylandia con más artículos robados y documentos clasificados que Ruth guardaba como recuerdo de su trabajo).

Pero también había una sensación de extrañeza, y es que sólo cuándo lo veía ahí, la joven se preguntaba de dónde era, y cómo llegó a ese lugar.

—Realmente me dejó las manos heladas —Sarah se dijo en el tocador, frente al espejo, notando la rigidez en sus dedos por tanto tiempo pasado afuera.

—¡Oh, lo siento! —Dimitri exclamó apenado tras abrir la puerta del cuarto de baño—. No sabía que estaba ocupado.

—No, no te preocupes —Sarah le urgió a la calma—. Nada mas me estaba desentumiendo los dedos con el agua caliente.

—De todos modos, perdone el inconveniente...

Antes que Dimitri se retirara, Sarah le hizo un llamado.

—¡Oye, espera!

—¿Se le ofrece algo, señorita Greenberg? —Dimitri preguntó, deteniendo su paso y con una mano en la perilla de la puerta.

—Algo así —Sarah pronunció, para después morder su labio inferior—. Es que tengo algunas dudas que me he hecho y...

—¿Dudas?

—Algo...em...no sé en verdad cómo hacer estas preguntas y...

—¿Podríamos empezar haciendo el interrogatorio fuera del baño? ¿Eso ayudaría?

El Club De Hopewell: La Tercera Es La VencidaWhere stories live. Discover now