Capitulo XXX: Feliz Cumpleaños

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Sarah había señalado la fecha con varias semanas de anterioridad, más que nada, por dos razones: la primera, porque era importante para ella; y en segundo lugar, porque ella nunca fue buena con las fechas.

—¡Ahí tienen preciosos! —la joven exclamó tras alimentar a sus peces aquella mañana de sábado.

Pero al mirar el reloj en su pared, se dio cuenta que no podía desaprovechar el tiempo.

—Tengo que irme muchachos—dijo a sus mascotas mientras acababa de ponerse sus botas—. ¡Mamá estará de vuelta pronto!

Sarah tenía que embarcarse en una larga búsqueda: la búsqueda de un tesoro de vital importancia por el cual no importaba que tan lejos tuviera que ir ni cuánto tiempo tuviera que buscar, no volvería viva sin ese preciado objeto.

—¡¿Cómo que ya no tiene velas?! —Sarah reclamó al señor Yamada, propietario y operario de una pequeña tienda de conveniencia del barrio de Hopewell.

—Lo siento mucho, señorita Greenberg —respondió—. Justo se me acabaron...de hecho, se me acabaron cuándo usted...

—¿No pidió más? —la morena interrumpió.

—Siempre pido más de todo, pero con las velas me tardó algo...la mayor parte ya no las usa, sólo como decoración, y no es algo que urja en la vida diaria: si se va la electricidad, casi todos usan sus celulares como fuentes de luz.

—¡No necesito un sermón sobre los cambios de paradigma en la rutina de la sociedad contemporánea! ¡Necesito velas!

—Hay otras tiendas, señorita; si no hay algo que pueda darle, pues...

—¡Pues eso haré, señor listillo!

Y Sarah se retiró.

Había un mini-super que se había puesto en su calle hace tan solo unas pocas semanas; tenían de todo, desde drogas de prescripción, hasta drogas de no-prescripción (si bien esas se vendían sólo en la noche, y técnicamente a las afueras del establecimiento), así que algo tan sencillo como unas cuántas velas no debía representar problema alguno.

—¿Velas, dice? —la tendera preguntó tras el pedido de su cliente.

—Sí, velas: esas cosas alargadas con la punta caliente...

—¿No es un nuevo modelo de vibrador acaso? Porque tenemos de esos, pero necesita ser mayor de edad.

—¡No hablo de un dildo! ¡Son esas cosas de cera que se usan para iluminar!

—¡Oh, velas! ¡Lo siento, no comprendía bien! Pero...déjeme ver —revisó el inventario en su computadora —. No...lo siento; nos llegan hasta mañana.

—Mañana ya es demasiado tarde, ¡las necesito hoy!

—Lo siento señorita; lamento de verdad no poder ayudarla.

Y Sarah lamentó una vez más su incapacidad de encontrar esos objetos; se marchó cabizbaja de la tienda, pensando dónde más tendría que ir.

—Quizá debí haber guardado un poco —pensó en su caminata, recordando el proyecto que terminó con el suministro de velas, veladoras y lamparas de gas de varios kilómetros a la redonda, cuándo de súbito sintió las hojas de un periódico llevadas por el viento hacia sus pies.

—“Joven crea retrato de luces de Robert Downey Jr capaz de ser visto desde el espacio” —leyó las palabras del encabezado que describía su gran proyecto artístico en honor al interprete de Ironman.

Sarah sonrió, pensando que si bien valió la pena soltar tal cantidad de dióxido de carbono a la atmósfera, quizá debió guardar una vela o dos.

El Club De Hopewell: La Tercera Es La VencidaWaar verhalen tot leven komen. Ontdek het nu