70- Aegan Cash.

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Perfectos mentirosos
Alex Mirez
Pedido de: yuutamiesposo

Aegan Cash

–No–. Susurré.


–Te prometo que solo serán esos noventa días, además no tendré sexo con ella–. Elevé una ceja.

–¿Solo con ella?–. El se soltó riendo.

–Con ninguna otra que no seas tu–. Le sonreí.

–Igual no me convence–. Le dije.

El se acercó y comenzó a besar mi cuello.

–Sabes que conmigo no funciona así–. Dije riendo.

–No pero igual quiero comer–. Solté una risa nerviosa.

La puerta fue abierta por Aleix, quien al vernos puso cara de asco, me separé de Aegan y corrí a abrazarlo.

–Holi–. El me sonrió.

–Es bueno verte, aunque prefiero hacerlo cuando no estén apunto de follar–. Me sonroje.

Miré el suelo y después a Aegan.

–Me tengo ir, los dejo para que hagan sus cosas–. Le sonreí.

–Bye–. Susurré.

Cuando estaba apunto de cruzar la puerta lo escuché llámeme.

–Dina, te quiero–. Me di la vuelta y le sonreí.

–Tambien te quiero Aegan–. Dije.

El me dió una mirada de alivió para después sonreír y que yo saliera de su cuarto, el la sala estaba Adrik quien fumaba.

Se lo arrebate y lo apague.

–¿Que haces?–. Dijo.

–No es ovbio–. Lo miré divertida.

–Si pero no tenías porque–. Sonreí.

–Fumar te hace daño–. Sin más salí.

Camine de regreso a mi departamento mientras escuchaba música.

Next the day

Me alistaba para ir al Tangus, traía puesto un vestido blanco cortó y que se pegaba a mi figura, no era muy extravagante, de echó se miraba casual, era de tirantes, sobre este una chaqueta negra, me coloque unos tenis blancos y una coleta alta.

Me miré en el espejo, tenía dos mechones de cabello saliendo de mi coleta, mis ojos verdes tenían un pequeño delineado y mis labios solo tenían un poco de brillo labial.

Salí de el piso, en la recepción estaba la señora Clarissa a quien saludé.

Esperé unos minutos a Aegan pero nunca llegó, así que salí del lugar caminando.

Quizás se le hizo tarde.

Caminé y al llegar al Tangus miré al frente, el la azotea estaban los tres hermanos Cash.

Al mirarlos sonreí.

Seguí caminando y entré, mire como algunas chicas me miraban con burla, suspire y las ignoré.

Pero una rubia oxigenada se posó en mi caminó.

–¿Qué tal Dina?–. Fruncí el ceño.

Después sonreí educadamente.

–¿Bien y tú?–. Ella sonrió falsamente.

–Ah, creí que estarías llorando en tu cuarto, con esto de que Aegan te botó–. Dijo.

ONE SHOTSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora