72- Magnus Lacronte

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El perfume del rey
Karen Bernal
Segunda parte.

Magnus Lacronte

Nervios, una vez más en mi vida sentía unos nervios de mierda, si antes le pude mentir en su cara al rey Magnus quizás ahora no.

Digo… ¿Ahora que hago?.

Les doy un pequeño contexto, puede pero solo puede que haya mojado accidentalmente al Rey Magnus, soy algo distraída y no me di cuenta de que él y sus guardias caminaban por la calle por no se que -Tampoco me interesa, na mentira soy bien curiosa- y pues traía en mis manos una botella de agua… digamos que me choqué con el.

Y pues ahora estoy frente a en con la mirada en el suelo, osea acabó de mojar al rey, !ACABÓ DE MOJAR AL REY MAGNUS!.

¡VOY A MORIR!.

—Señorita…—. Dijo el.

Hice una reverencia sin subir la mirada.

—Rey Magnus—. Respondí.

—Disculpe… no quería molestarle, mucho menos darle un pequeño golpesito—. Susurré.

—Tranquila, justo la está buscando a usted—. Dijo sereno.

¿Buscarme a mi? ¿Mierda ahora que hice?.

Porque siempre todo nos sale mal.

—Claro… diga señor—. Comencé a jugar con mis manos.

Sentí como una de sus manos me obligaban a verlo, mi mirada conecto con sus hermosos ojos y al instante tragué grueso.

—Vamos a un lugar más privado—. Asentí.

Comenzó a caminar conmigo detrás de el, mire que íbamos en dirección a su palacio, los nervios ahora era más intensos, solo tenía ganas de llorar.

¿Será que si moriremos?.

Una vez adentro pasamos a lo que parecía ser su oficina.

—Yo quería hablar con usted—. Mi labio temblaba.

—La razón es que como pude ver viaja constantemente—. Asentí.

—¿Sabe que no me tragó eso?—. Solté.

Hayy no hay no, ¿Porqué siempre habría la bocota sin pensar?.

—Tiene razón, le he mentido—.

—En realidad está aquí por la última vez que la vi, también porque mis hombres dicen que los ignoró mientras la llamaban para que viniera—. Dijo.

Bueno pude que tenga un poquito mucha razón.

Miré como se levantaba de su lugar para caminar hacia donde yo estaba, se puso frente a mi y con su mano acarició mi rostro.

—¿Sabe que también debería ser un delito?—. Tragué grueso.

—Huir de su rey—. Acercó su rostro a el mío.

Los nervios me comían, no todos los días un rey -el cuál se suponía no tenía corazoncito- está tan cercas de ti.

—¿Puedo?—. Pregunto mirando mis labios.

Lo miré un momento antes de asentir.

Su rostro se acercó lentamente al mío, pude detallar su rostro con claridad por la cercanía, sentí su respiración perderse con la mia, sus labios rosaban los míos y fue cuando por un impulso fui yo quién lo besó.

Sus labios se movían en sintonía con los míos, su lengua invadía mi boca, pero lamentablemente me comenzó a faltar el aire por lo que me separé de sus labios.

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