CAPÍTULO 12

166 12 0
                                    

En el momento en que salí y me dirigí de nuevo a mi dormitorio, Pietro estaba sentado en mi cama. Salté y chillé del susto. Me sonrió con tristeza.

—Tu mamá me permitió subir —explicó, lanzándome una mirada compasiva. Asentí y fui a sentarme en silencio junto a él, agarró un bolso marrón del suelo y lo puso en mi regazo. Lo abrí para ver como treinta dólares de diferentes caramelos y helados.

Me tendió una cuchara para mí. Le sonreí agradecida.

—Sabes que eres el mejor amigo que he tenido, ¿verdad? —pregunté, sacando una caja de cartón, ofreciéndosela.

Nos sentamos a comer helado hasta que ambos nos sentimos enfermos, entonces finalmente se quedó dormido justo después de la medianoche.

Cerré los ojos y recé también por el sueño, pero no me fue tan fácil. Todo en lo que podía pensar era en Natasha y lo hermosa que era. Cuando por fin me quedé dormida como a las cuatro de la mañana, todo en lo que soñaba era ella y la diversión que tuvimos, cómo solía hacerme reír y hacerme sentir especial.

Cuando la mañana llegó, mi cabeza palpitaba, y me sentía muerta en calor. Pietro trataba de alegrarme peinando mi cabello por mí, arreglándolo y haciéndome una coleta. Tenía plasmada una sonrisa falsa a pesar de que me sentía un poco muerta por dentro.

Sabía que no quería hablar de ello por lo que no preguntó nada, lo quería por ello.

El camino a la escuela fue horrible. Cada segundo que pasaba me acercaba más y más a verla de nuevo. Rogué que pudiera mantenerme serena en su clase y no me echara a llorar delante de todos.

Cuando nos detuvimos en el estacionamiento, vi su coche inmediatamente. Al pasar por él, tuve el fuerte impulso de patearlo o lanzarle una piedra a través del parabrisas como venganza. Pero ¿para qué? ¿En realidad que había hecho mal, aparte de no tener sentimientos por mí? Nada.

Suspiré y fui a mi casillero, colocando mis libros como en piloto automático. Asentí a las conversaciones a mí alrededor, fingiendo que estaba interesada y escuchando.

—¡El señorita Romanoff! —gritó James de repente emocionado, a mi derecha.

Mi aliento se atoró en mi garganta cuando miré en la dirección que estaban mirando. Ella caminaba hacia nosotras, se veía tan guapa que podría llorar.

Llevaba pantalones vaqueros y una camiseta negra con una camisa crema en la parte superior. Me mordí la lengua muy fuerte, lo suficiente como para sacarme sangre. No me había preparado para esto, sí, yo esperaba verla en su clase, pero no sólo que al azar se apareciera en medio del pasillo.

Se detuvo cuando llegó a nosotros y nos dio a todo el mundo su marcada sonrisa, me fijé en sus ojos que ni siquiera se posaron en mi dirección.

—Buenos días, chicos.

Me tragué la sangre en mi boca y me forcé a no llorar. James se acomodó su cabello mientras la miraba.

—Escuché esa canción, la que dijo que era su favorita. Nunca había oído hablar de One Republic antes, pero esa canción fue increíble —murmuró con galantería.

Natasha asintió.

—Sí, es una buena canción, debes escuchar algunas de sus otras canciones también. —Le sonrió de nuevo a él y de repente estaba segura de que la quería golpear, estaba coqueteando con James, o Natasha simplemente lo hacía porque era mi maestra y había arruinado todo lo que teníamos en el verano.

Miré a mis pies tratando de no dejar que el tono de su voz me afectara. Continuaron hablando acerca de algún grupo estúpido del que nunca había oído hablar antes. Incapaz de mirarla, arrastré mis ojos del piso para ver que James se había movido un poco más cerca de ella y tenía su mano sobre su brazo.

Oh mierda, esto me está matando. ¿Por qué no puede simplemente irse lejos? ¿Por qué está de pie aquí hablando con mis amigos sobre música? ¿No sabe lo mucho que esto me está lastimando?

—¡Wanda, aquí estás! —llamó alguien.

Giré mi cabeza en la dirección de la voz y vi a Kate caminando hacia mí, sonriendo.

—Hola —murmuré cuando se detuvo a mi lado.

—Te dejaste el portátil anoche —dijo, buscando en su mochila y tirando de él hacia fuera.

Cuando lo tomé me di cuenta de que las manos de Natasha se hallaban en puños apretados por alguna razón.

—Gracias. No habría sido muy inteligente de mi parte ir a clase sin él ¿verdad? —bromeé, encogiéndome de hombros y sonriendo débilmente a Kate.

—¿Quieres salir a comer algo fuera hoy? —preguntó.

Pensé en ello. Por lo menos si no estoy aquí no voy a toparme con Natasha todo el tiempo.

—Sí, claro, suena bien, pero tú invitas.


Rodó los ojos. —¿No lo hago siempre? Sin duda, es tu turno.


Negué con la cabeza.

—Tú compras, yo cocino, ese es siempre el acuerdo —repliqué, sacándole la lengua.

—Señorita Maximoff, no puede salir de aquí hoy —dijo Natasha, mirándome molesta.

Fruncí el ceño.

—¿Por qué no? —pregunté confundida. Soy una estudiante de último curso, no necesito su permiso para salir de la escuela para el almuerzo.

—Tiene detención durante el almuerzo.
Di un grito ahogado. ¿Qué diablos es esto?

—¡De ninguna manera! ¿Por qué? ¿Qué se supone que he hecho? —la desafié, fulminándola con la mirada.

Natasha levantó una ceja, no parecía afectada por mi mirada enojada.

—Por salir de mi clase sin permiso ayer —afirmó—. Y si sigue faltándome el respeto como lo está haciendo ahora, va a tener detenciones durante el almuerzo por el resto de la semana, también.

¡Oh! ¡Dios mío, qué idiota! Sabe por qué salí de su clase ayer, ¿y no puede ser un poco flexible?

¿Qué es lo que pude ver en ella de todos modos? Giró sobre sus talones y se alejó.

—¡Hija de puta! ¡Qué maldita idiota! —despotriqué, tirando mi bolso en el suelo, pensando que estaba fuera del alcance de su oído.

Se detuvo y miró hacia atrás por encima del hombro.

—Toda la semana entonces, señorita Maximoff. —La escuché reírse entre dientes mientras se alejaba de nuevo.

Mi boca se abrió en shock cuando traté, y fallé en dispararle rayos láser con los ojos y de alguna manera prenderle fuego. Cuando me volví hacia mis amigos, fui recibida por un mar de expresiones conmocionadas. No quería hablar de ello, suspiré y tiré el resto de mis libros en mi casillero con enojo, ignorando cómo todas las páginas quedaban dobladas hacia arriba. Cerré la puerta más fuerte de lo necesario.

Por el rabillo del ojo, vi que James movía la cabeza en señal de desaprobación.

—Guau, ¿qué fue eso? ¿Por qué le has hablado de esa manera, Wanda? En serio, nunca te he visto hablarle así a un profesor ni siquiera una vez —reprendió.

¿Y la defiende? ¿Está molesto conmigo porque la llame idiota? Guau, tengo algunos amigos realmente muy fastidiosos.

Ignoré su pregunta.

—Parece que no puedo ir a almorzar hoy, Kate, lo siento. Gracias por mi portátil —murmuré mientras giraba sobre mis talones y salía corriendo enfurecida hacia el gimnasio. 

Cuando el verano termina  (Adaptación Wandanat)Où les histoires vivent. Découvrez maintenant