CAPÍTULO 14

155 12 0
                                    

Miré a Tasha y sonreí agradecida. Ella no me sonrió de vuelta, sólo se fue y se sentó en su escritorio, reclinándose en su silla y empujándola hacia atrás con las dos piernas y con las manos detrás de la cabeza. Tuve una súbita necesidad de tirarle algo de forma que saltara y se cayera de la silla. Sería algo increíblemente divertido y estaba segura de que se reiría, bueno, si estuviéramos solas se reiría, pero probablemente no enfrente de una clase llena de estudiantes suyos.

Suspiré y miré de vuelta a la pizarra, decidiéndome a empezar. Las ecuaciones parecían completos galimatías para mí y estaban haciendo que mi dolor de cabeza empeorase. Cerré los ojos y me froté la frente, preguntándome si realmente necesitaba terminar la secundaria o si podría simplemente dejarlo y nunca más volver a ver una ecuación. Quizá conseguir un trabajo de limpiadora o algo.

Algo golpeó mi pupitre provocando un ruidoso estrépito. Alcé la cabeza de golpe, mi corazón latiendo con fuerza en mi pecho.

—¡Mierda! —grité, estupefacta.

Alcé la mirada para ver a Natasha allí de pie riéndose histéricamente, con su puño en mi pupitre. ¿Qué diantres? Podía oír a otra gente riéndose a carcajadas así que miré alrededor para ver que la clase entera se estaba riendo de mí. ¡Oh, Dios mío!, ¿estaba dormida?

—¿La estoy aburriendo, Señorita Maximoff? —preguntó Tasha, levantando una ceja como burla hacia mí. Se giró y se fue, chocando los cinco con Tom a su paso.

—Y vigila tu lenguaje —añadió, todavía riéndose. ¡Menuda estúpida!

—Sí, ríete. Eso fue para destornillarse, buen trabajo. —Le devolví con sarcasmo. Se dio la vuelta y me sonrió, la alegre, juvenil sonrisa que yo conocía tan bien.

—Lo sé, a veces me parto de risa conmigo misma. Quizá tengo que mejorar y hacer mi clase más interesante para mantenerte despierta.

—Siempre puedes desabotonarte un poco más la camiseta —gritó una chica desde el fondo. Todos, excepto yo, se rieron.

—Nah, porque ninguno de ustedes, chicos, podrían hacer ninguna tarea —bromeó Natasha y se encogió de hombros con chulería, ganándose chocar otros cinco con la chica que tenía al lado.

Puse los ojos en blanco y bajé la mirada a mi cuaderno; no había hecho siquiera el primer problema de la pizarra. Gruñí y garabateé un montón de letras y números para tener algo que entregar. Agatha me pasó otras cinco hojas de papel, que obviamente pertenecían a la gente de mi fila. Metí el mío por el medio del montón y lo puse en el borde de mi pupitre de forma que pudiera pasarlo hacia el fondo de la clase.

Tan pronto como sonó la campana, la gente comenzó a levantarse.

—Chicos, si pudieran leer el capítulo uno de sus libros de texto para mañana, por favor —gritó Natasha mientras la gente empezaba a enfilar la salida del aula.

Pietro vino a mi pupitre, riéndose perversamente.

—No me puedo creer que te quedaras dormida. ¿Cómo diablos puedes dormirte en su clase? Sólo mirarle es suficiente para mantenerte despierto. Es muy divertida. —Suspiró, mirándole con esa mirada de ensoñación en sus ojos. Fruncí el ceño. Me estaba matando poco a poco ver a todos ellos mirarle así. ¿Por qué demonios no podían simplemente desistir?

—Tremendamente divertida —murmuré, recogiendo las tareas y yendo hacia el escritorio de Natasha para poder dejarlas en su bandeja.

—Señorita Maximoff, ¿podríamos tener unas palabras? —solicitó.

Miré a Pietro, que me lanzó una mirada de lástima y se encaminó a la salida. Afortunadamente me esperaría junto a mi locker y me llevaría a casa porque realmente hoy no tenía energía para caminar durante cuarenta y cinco minutos.

Natasha lo observó mientras salía. Tan pronto como se cerró la puerta me miró con preocupación.

—¿Estás bien? —preguntó en voz baja.


Asentí y cambié de posición mi pesada mochila sobre mi hombro.
—Sí, estoy perfectamente.

—Pareces cansada.

—Guau, gracias, antes solía ser un «estás preciosa», ahora sólo parezco cansada. Es realmente amable, gracias —solté enfadada.

Suspiró y meneó la cabeza, claramente molesta.

—Sólo estaba preocupada, eso es todo, no hace falta ponerse de mal genio por eso.

—¿Hemos terminado con la preocupación? ¿Me puedo ir?

Mientras me giraba para irme me agarró la muñeca haciéndome parar, le dio la vuelta a la mano y miró la palma.

—Por favor, cuéntame qué ha pasado —dijo en voz baja, mirándome con la carita de cachorrito que siempre había funcionado conmigo. Sus ojos se clavaron en los míos haciéndome sentir ligeramente liviana.

—Me caí jugando al fútbol en gimnasia, no es gran cosa —dije, encogiéndome de hombros. Todo mi cuerpo estaba hormigueando con la necesidad de que me abrazara, me besara y me dijera que todo estaría bien y que me quería.

Asintió, pareciendo digerir la información durante un par de segundos.

—Biene, gracias. Deberías irte —señaló, soltando mi muñeca. Me quedé allí de pie mirándola durante unos segundos antes de sentir las lágrimas aguijoneando mis ojos, así que me di la vuelta y prácticamente salí corriendo del aula.

Corrí por el pasillo hasta mi locker. Pietro estaba esperando por mí, sonriendo con lástima.

—¿Otro castigo? —preguntó levantando la nariz.

¿Otro castigo? ¿De qué iba esto?

—No, ¿por qué iba a estar castigada?

—Te dormiste en su clase y luego le hiciste un comentario sarcástico y ni siquiera te disculpaste —explicó, mirándome como si fuera estúpida.

Oh. Realmente, sí, supongo que debería estar castigada por eso. Hmm, quizá sintió que eran suficientes castigos durante el almuerzo para la primera semana del semestre. Me encogí de hombros.

—Me gané un sermón sobre eso pero ningún castigo. —Mentí.

Enlazó su brazo con el mío.

—Bueno, eso está fatal; me encantaría estar castigado con ella, más oportunidades de mirar esa cara. —Se abanicó la cara con dramatismo. Mi cólera alcanzó su punto máximo inmediatamente porque otra persona sentía atracción hacia mi ex-novia.

—¡No está tan alucinantemente buena! —Solté enfadada.

Una expresión de dolor cruzó su cara, así que al momento me sentí fatal. Sabía que no debería tomarlo con él; estaba siendo un amigo leal e intentando sacar de mi cabeza a mi ex-novia. No era su culpa que justamente me estuviera restregando por la cara lo sexy que era esa ex-novia.

—Lo siento, Pietro, no debería seguir pagando esto contigo. Simplemente no quiero seguir hablando de chicas buenas, me recuerda a Tasha. —Mentí, esperando que eso tuviera sentido.

Sonrió con tristeza.

—Bien, no hay problema. —Se rindió—. Ahora mismo, señorita, nos vamos a ir a hacer una terapia de compras y te voy a comprar el más grande y más empalagoso pedazo de tarta de chocolate que encuentre. —Sonrió maliciosamente y tiró de mí saliendo del instituto hacia su coche. 

Cuando el verano termina  (Adaptación Wandanat)Where stories live. Discover now