CAPÍTULO 47

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En la mañana del jueves Natasha me llevó al instituto.

Lo había estado haciendo todos los días durante las últimas cinco semanas; le había dado

a la señorita Danvers la excusa de que necesitaba llevar a su mamá a trabajar y por eso no podía acercarla más.

Todavía la llevaba a su casa de regreso, pero las mañanas eran mías, al menos por los quince minutos de viaje, en cualquier caso. Todos los días me recogía y luego me dejaba al final de la calle del instituto, así que podíamos pasar unos minutos juntas antes de comenzar el día de clase. Cuando subí a su jeep, se estremeció y me miró suplicante.

—Brujita, por favor, deja de usar faldas en el instituto —rogó, con los ojos recorriendo mis piernas, una expresión de dolor en su rostro.

Me reí y rodé los ojos. Casi nunca llevaba faldas, pero lo hacía en los días en los que sabía que la vería después de clase, con la esperanza de que pudiera ser capaz de seducirla un poco más de lo normal. No era que hubiera funcionado, pero nunca se sabía, tal vez un día al notar un poco de piel la empujara más al borde.

—Oh, déjalo, Tasha. Me pondré lo que quiera —le contesté, sonriendo con la mirada.

Ella suspiró y encendió el coche, con las manos apretando el volante un poco demasiado para ser cómodo. Me esforcé en no ruborizarme cuando la sorprendí, varias veces, mirando furtivamente mis piernas. Me reí, ni siquiera era una falda reveladora. Era sólo una falda de mezclilla, cortada un poco por encima de la rodilla. En realidad era bastante respetable, en mi opinión.

—¿Aún vas a salir con Yelena mañana por la noche? —preguntó mi novia.


Asentí.


—Sip —le contesté, marcando la «p».


Casi pude verla poner los ojos en blanco, pero mantuvo su mirada firmemente en la carretera.

—¿Dónde te lleva esta vez? —preguntó.

Me reí y puse mi mano sobre su pierna, apretándole la rodilla ligeramente y haciendo que sus manos apretaran el volante aún más.

—Deja de comportarte como una bebé porque salgo con tu hermana pequeña. Somos amigas y aunque tú no me crees cuando te lo digo, no pasamos toda la noche chismeando sobre ti —le dije, luchando por no sonreír.

Natasha odiaba el hecho de que me llevara bien con su hermana y que saliera con la rubia algunas noches de viernes. No era que estuviera celosa de Yel ni nada por el estilo, sino que pensaba que su hermana me estaba contando secretos y cosas de su infancia, disminuyéndola todo el tiempo. Por supuesto, no ayudaba que Yel le dijera que hacía eso, sólo para hacerla sentir paranoica.

Me sonrió de lado. —Oh, brujita, sé que lo haces porque no puedes evitar pensar y hablar de mí todo el tiempo.

Me eché a reír y me incliné sobre el asiento, luchando con el cinturón de seguridad para poder plantarle un beso en la mejilla.

—En realidad, sí lo hacemos, pero no quiero que te preocupes por lo que me diga. Eras una chica muy divertida y lo que hiciste con la planta de interior de tu madre...

Me interrumpí, riendo. Su rostro giró bruscamente hacia mí, con una expresión conmocionada, pareciendo que había olvidado por completo que estaba conduciendo.

—¡Mira la carretera! —le ordené, riendo incontrolablemente.

Esa era una de las muy pocas cosas que Yelena me había dicho, pero en realidad no hablábamos mucho sobre Natasha, después de todo. Generalmente hablábamos del instituto, de sus conquistas pasadas o sus fracasos, o sólo veíamos una película. Nunca había pasado nada emocionante desde la vez que la cachetearon.

Cuando el verano termina  (Adaptación Wandanat)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora