CAPÍTULO 31

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Un coche se detuvo frente a mi casa, y un segundo más tarde, una bocina sonó. Eché un vistazo rápido hacia fuera desde la ventana para ver el coche de Yelena estacionado allí. Ya habíamos acordado que no debía tocar para mí, porque yo le había dicho a ella como era mi papá. Después de un rápido grito diciendo adiós a mis padres, me fui por la puerta de frente con mi bolso de viaje.

Me quedaría en casa de Pietro después de la fiesta de esta noche porque sus padres eran mucho más indulgentes con los toques de queda que los míos.

Salté al coche con entusiasmo. Yo no había estado en una fiesta en años, la última fue en realidad a una de los amigos de Natasha a la cual ella me llevó. Yelena me sonrió mientras me metía en el coche, mirándome de pies a cabeza de manera muy obvia.

—¿He pasado la inspección o debería cambiarme? —le pregunté sarcásticamente. No me había arreglado demasiado esta noche, pero estaba satisfecha con el resultado. Tenía pantalones apretados negros recortados apenas por debajo de la rodilla, un mortal par de zapatos de tacón negros y un suéter color oro brillante que colgaba de la parte superior de los hombros y haciendo juego un top por debajo. Pietro me había ayudado a elegirlo hoy mientras estábamos de compras.

Me sonrió.

—Definitivamente pasas. ¿Qué hay acerca de mí? Supongo que también paso, demonios, yo siempre paso.

Suspiré y levanté los ojos.

—No necesitas mis comentarios para construir tu ya elevado ego así que voy a estar tranquila. —Le saqué la lengua. Se rió, dirigiéndose en dirección a la casa de Pietro, como le había dicho

—Natasha definitivamente no va, ¿cierto? —le pregunté preocupadamente, mientras nos estacionábamos en la calle de Pietro.

—Definitivamente, te lo prometo. —Asintió con la cabeza, mirándome seriamente, ella sabía que iba a estar enojada con ella si estaba mintiendo, así que no creo que me hiciera eso.

Sonreí agradecida y ella estacionó fuera de la casa de Pietro tocando la bocina.

Él salió de la casa con unos pantalones rasgados y una camiseta negra, su cabello todo desordenado.

Sonreí. Estaba realmente guapo y tendría a los chicos y chicas peleando por él esta noche.

Yo siempre había secretamente deseado parecerme a él.

Su pelo estaba siempre liso, incluso cuando se despertaba por la mañana, y el color del mismo era hermoso —a diferencia de mi pelo sucio, pajoso y del color que parecía tener una mente propia.

Yelena silbó apreciativamente mientras él se dirigía al coche. Le di una palmada en el estómago, mirándola.

—Si haces un movimiento hacia mi mejor amigo esta noche, Yelena Romanoff Belova, te juro que nunca te hablaré otra vez, y no estoy siendo melodramática —prometí.

Ella hizo un mohín. —Es mayorcito, puede cuidar de sí mismo —se quejó.

—Lo digo en serio. Hazlo si quieres, pero no esperes volver a verme de nuevo. Tomaré el lado de mi amigo, y como su mejor amiga, voy a tener que tomar parte en la tortura de la muñeca vudú de Yelena —le advertí, tratando de no sonreír cuando se echó a reír.

—Bien, supongo que tienes razón. No voy a hacer ningún intento de anotar esta noche —confirmó un tanto a regañadientes mientras observaba cada movimiento mientras Pietro se deslizó en el asiento trasero del coche.

Le sonreí agradecida antes de volver a Pietro. Estaba prácticamente saltando en su asiento con entusiasmo y en realidad me hizo estar más entusiasmada también.

Cuando el verano termina  (Adaptación Wandanat)Where stories live. Discover now